El Blog de la CEFH

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jueves, 27 de octubre de 2011

La democracia que necesitamos

Por Lucas Miranda.
Estudiante pregrado 
Filosofía
El texto hace alusión a "La democracia de los dirigentes" de Nadine Faure

Este texto no es una réplica directa ni completa a ninguno de los textos que han surgido en el debate en torno a la democracia directa, pero tiene que ver con ellos y replicaré, sobre todo, las reflexiones de Nadine Faure. De manera acotada y esquemática, me propongo los siguientes objetivos: demostrar el ascendiente liberal de la argumentación de Nadine, de la opinión pública y  de las dirigencias moderadas en torno al concepto de ciudadano y representación; sacar la dicotomía entre democracia directa y representativa de una caracterización abstracta y ponerla en relación con las necesidades históricas y los objetivos políticos que han informado ambas formas organizativas; hacer una lectura del estancamiento actual del movimiento estudiantil por un agotamiento de las posibilidades de los sujetos sociales que lo impulsan (estudiantes y ciudadanos), planteando la necesidad de alianza con los trabajadores como sujeto capaz de presión estructural; señalar que históricamente la democracia directa ofrece las posibilidades de esa alianza en clave combativa y no peticionista-consensual; defender las categorías marxistas de la acusación de “religiosas”.

El argumento principal de “La democracia de los dirigentes” es que la estructura de la democracia directa en nuestra facultad expresa una paradoja, ya que el sujeto social que participa en ella no tiene ningún vínculo identitario (a diferencia de juntas de vecinos u otros organismos) por lo que es un espacio que privilegia la individualidad antes que la voluntad común, a diferencia de la democracia representativa en la figura del representante. La paradoja estriba, según Nadine, en que actuamos como si existiera tal vínculo, diciendo que los que participan de la discusión y de la actividad política constante en ese espacio tienen mayor autoridad que los que van a la asamblea con intereses coyunturales e individuales. Esta actitud es para Nadine una transgresión a la estructura individualista de la democracia directa y se ha hecho presente en la discusión y votación respecto al cierre de semestre.
Ya no cabe discutir aquí sobre el cierre de semestre, pero sí sobre la naturaleza y las posibilidades de la democracia directa frente a la representativa en la coyuntura actual de estancamiento del movimiento estudiantil. Me gustaría tratar sobre el tema del vínculo que hay y/o debería haber en un grupo social que se estructura a base de democracia directa en vista de los objetivos políticos que cabe formular en esa forma de organización.
Hasta ahora la mayoría de las sociedades o grupos que se han articulados bajo democracia directa han tenido sujetos heterogéneos dentro de cierta homogeneidad: heterogeneidad económica y social en Atenas, heterogeneidad política y gremial en la comuna de París, los soviets rusos, los consejos de fábrica italianos y los cordones industriales chilenos entre otros. 

Por su parte, las democracias representativas occidentales suelen tener sujetos muchísimos más heterogéneos y antagónicos que aquellos que conforman las democracias directas, sujetos opuestos en la sociedad civil (en la división social del trabajo, en el intercambio, en las diferencias socioterritoriales, educacionales, etc.) y sin embargo, entre las infinitas diferencias que tienen en diversos ámbitos, en el ámbito político reciben el título jurídicamente igualitario de ciudadanos, lo cual consiste principalmente en “ser poseedor del derecho de delegar su poder político en representantes y en poder ser representante”. No es casual recordar esto último, ya que se suele indicar como sujeto social de estas movilizaciones al ciudadano, y la forma de democracia que este sujeto abstracto -surgido en la modernidad y muy distinto al polités griego o al comunard parisino-, se ha atribuido a raíz de necesidades históricas concretas, puede echarnos alguna luz sobre las posibilidades de unas movilizaciones cuyo sujeto se reivindica “ciudadano”. Nadine hace mención de este sujeto individualista en la sociedad civil y consensual en la esfera política cuando afirma al pasar: “Tal es mi concepción que, de hecho, ni siquiera me atrevería a afirmar que hay algo así como la voluntad común unificada antes de que haya representación; y no hablo acá sólo de representantes como los conocemos, sino también al hecho que si cada cual votara como el ciudadano que representa, es decir, votara en su calidad de ciudadano y no motivado por sus propios intereses individuales, más fácil sería llegar a consenso en pos de la comunidad. Creo firmemente que el proyecto común no surge de la mera expresión de singularidades.”

Ahora bien, ¿bajo qué necesidades históricas surge este discurso sobre el ciudadano moderno y la democracia representativa como la principal forma de ejercicio de su poder político? Nace en el seno del liberalismo político y sobre todo en el que tiene lugar después de la revolución francesa y americana, por lo cual, resulta atingente observar lo que un propio liberal dice respecto a las necesidades históricas y sociales que justifican una democracia representativa frente a una directa en la modernidad. Benjamin Constant en su Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos argumenta que los antiguos tenían un concepto de libertad cuyo contenido era un ejercicio colectivo y directo de varios aspectos relacionados con la soberanía, sobre todo las decisiones relacionadas con la paz y la guerra. En cambio los modernos tienen la necesidad de una libertad enfocada en el plano individual: la propiedad, el comercio, la libre asociación, etc., ejerciendo efectivamente muy poco poder político colectivo en comparación con los antiguos. Lo interesante para nuestra discusión es que Constant no se queda en la comparación de las distintas libertades y democracias, sino que va a las causas materiales de dicha distinción: la pequeña extensión de las ciudades de la antigüedad las obligaba a ser belicosas y esta belicosidad requería la continua participación y deliberación política del polités, junto con un gran compromiso. Por su parte, la mayor extensión de los estados modernos y el desarrollo del comercio hace de la guerra algo más costoso que los beneficios que puede traer el comercio y vuelve necesario, por ende, una organización política y social que asegure las condiciones aptas para el desarrollo comercial: garantización de libertades individuales, propiedad privada, poca intromisión del Estado en los asuntos individuales y de los individuos en los asuntos estatales; sólo de vez en cuando y de manera indirecta, el individuo ocupado en el comercio ejerce en tanto ciudadano su poder político externalizando representativamente las tareas colectivas. El continuo negocio del comercio no permite un continuo ejercicio de la soberanía política, como sí lo permitía y lo requería el periódico ejercicio de la guerra en la  antigüedad.

Lo importante aquí es que según un liberal, el cual reivindica al ciudadano moderno como ocasional y “delegante” sujeto político, la distinción entre los distintos tipos de democracia tiene una base material, ya que según Constant “la guerra y el comercio no son sino dos medios diferentes de alcanzar la misma finalidad: el de poseer lo que se desea. El comercio no es sino un homenaje ofrecido a la fuerza del poseedor por el aspirante a la posesión. Es una tentativa para obtener paso a paso lo que no espera más que conquistar por la violencia.” La douce commerce surge como un medio más suave e imperceptible de obtener lo que se desea del otro. Por su parte, Marx reconoce también a las guerras como una forma o una necesidad periódica en las relaciones de intercambio, pero agrega que la estructura de éstas está condicionada por las relaciones de producción en donde unos disponen de capital que valorizan comprando fuerza de trabajo y otros disponen sólo de su fuerza de trabajo para intercambiar. Estas distinciones que dan orígenes a clases sociales y que a Nadine podrían parecerle un tanto “religiosas” no hay que olvidarlas en el conflicto actual, el cual es una expresión mediata (y no inmediata como unilateralmente lo entiende Nadine) de la lucha de estas clases: “de una parte” estamos los estudiantes como sujeto social heterogéneo, los cuales seremos futuros “trabajadores educados” (sí, incluso los que estudiamos en Filosofía y Humanidades seremos trabajadores) y luchamos, puesto que la  educación es un bien social que sólo en la medida en que valoriza nuestra fuerza de trabajo permite un cambio en la correlación de fuerzas (o permite “movilidad social”, para decirlo en términos menos “religiosos”); “de otra parte”, están los capitalistas financieros y de la educación, los cuales son dueños del capital que transforman en formación y que nos venden como futuros trabajadores. 

Por lo tanto, se observa que el “comercio” desigual que ha habido hasta ahora entre estudiantes (futuros trabajadores), nuestras familias y los capitalistas financieros y de la educación, y la “guerra” social que hoy en día han generado las desigualdades tensionadas por este “comercio”, son una expresión no inmediata de la lucha de clases. Tengo claro que mostrar el conflicto estudiantil como una expresión de la lucha de clases requiere análisis mucho más finos; no obstante, el que Nadine deseche esto en tres líneas con escasa y tendenciosa argumentación, justificaba una pequeña defensa.
Nadine habla de hacer política en tanto el “ciudadano” que cada uno representa; las dirigencias moderadas y la opinión pública tildan a estas movilizaciones de “ciudadanas” y hasta ahora su estrategia ha sido conquistar a la “ciudadanía” mediante besatones y bailes para cuestionar y exigirle al gobierno en clave “peticionista” las reformas estructurales que afectan el poderío de la clase capitalista que defienden, teniendo como apoyo a este sujeto social abstracto (sujeto que aparte de tener como concepto un origen liberal y ser hegemónico en la opinión pública, es reivindicado teóricamente por el Autonomismo, el PC, la concertación e intelectuales de izquierda). Pues bien, lo hemos logrado: tenemos casi un 90% de la ciudadanía de nuestro lado, (es notable que esta categoría sea tan vacía que se pueda medir cuantitativamente su poderío) ¿ha el gobierno, por esto, entregado el poder económico y social de los capitalistas de la educación? ¿Muestra señas de querer hacerlo ante los mismos mecanismos de presión que hemos desarrollado hasta ahora? ¿El estancamiento se debe a un problema intrínseco de los sujetos sociales que llevan estas movilizaciones o se trata de un problema de limitación de nuestras posibilidades como “ciudadanos” y estudiantes?

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el concepto de ciudadanía, las referencias a la historia y al liberalismo y la defensa de categorías marxistas con el debate sobre democracia directa? Intento mostrar que la democracia directa es una forma de organización que le ha convenido a ciertos sujetos sociales para luchas o sociedades específicas. Las circunstancias históricas y las necesidades políticas y económicas sobre las que ha surgido la dicotomía “democracia directa / democracia representativa”, son los criterios fundamentales para criticar una y defender otra en el contexto actual, y no la distinción abstracta y superficial entre una que privilegia la individualidad y otra la comunidad en la figura del representante. Hoy en día necesitamos hacer más política y menos peticiones; para lo primero la historia es maestra, para lo segundo la prensa y la opinión pública “ciudadana”. Atenas fue un pueblo con necesidades belicosas; Suiza, según Maquiavelo, construyó su poderío frente a los fragmentados estados italianos al tener milicia popular en lugar de ejércitos mercenarios; la comuna de Paris desarrolló formas de democracia obrera (directa) en el contexto de una guerra civil contra su burguesía; los soviets, los consejos de fábrica del biennio rosso y los cordones industriales chilenos hicieron algo parecido; aun más cercano a nuestra experiencia: en mayo del 68’ fueron necesarios tan sólo poco más de dos meses para desestabilizar al gobierno, puesto que los trabajadores se sumaron con huelgas y entre trabajadores y estudiantes se dieron formas de democracia directa que cuestionaban las directivas burocráticas del partido comunista y de los sindicatos tradicionales. Hoy en Chile llevamos más de cinco meses de movilizaciones y no hemos logrado arrinconar al gobierno; tenemos mucha “creatividad”, apoyo ciudadano y “líderes carismáticos”, pero poca democracia directa y alianza con los trabajadores. La diferencia entre las formas organizativas, los sujetos sociales y la capacidad de derrotar al enemigo en uno y otro caso no es casual.

Concuerdo con Nadine en que nosotros no tenemos el poder para resolver el problema a nuestro favor. Los estudiantes hemos hecho pasar el conflicto de un plano latente a uno manifiesto y presionamos movilizándonos dentro de nuestras posibilidades; la ciudadanía apoya de manera abstracta mediante el escaso poder que tiene en tanto ciudadano: negar un futuro voto. Pero de ahí a concluir que la “resolución externa” del conflicto vendrá del hastío o la recapacitación del gobierno y de los políticos burgueses que defienden a los capitalistas de la educación, hay ingenuidad, pasividad y espacio para el pesimismo. Creo que hace falta un apoyo externo a los estudiantes y ciudadanos para imponer cabalmente sus objetivos, pero eso “externo” que debemos “internalizar” activamente al movimiento y no esperar pasivamente “desde afuera”, no es una concesión o un consenso de parte de nuestro antagonista, sino una capacidad de presión por parte de un aliado. Hace falta que entre en escena un sujeto social que puede amenazar el poder económico de los capitalistas chilenos y no sólo su poder político-gubernamental: los trabajadores. El llamado a los trabajadores desde la CUT y el Colegio de Profesores (organizados burocrática y representativamente) no ha sido efectivo, puesto que el movimiento estudiantil no ha estado por construir desde abajo y con democracia directa una alianza combativa con los trabajadores, sino por encantar a la ciudadanía abstracta a través de la prensa. Hemos visto que la democracia directa ha ofrecido históricamente las herramientas para que sujetos sociales con capacidad de presión (trabajadores y estudiantes el 68’) se articulen combativamente y puedan cambiar la correlación de fuerzas. Hoy ha hecho falta esto en el movimiento y se encuentra estancado por los débiles sujetos sociales que le piden al gobierno sin presionarlo efectivamente en su poderío económico. Es necesario, por ende, expandir la forma organizativa que se ha mostrado históricamente más capaz de articular un sujeto combativo y con verdadera capacidad de presión, debemos extender la democracia directa entre universitarios y secundarios para forjar la alianza desde abajo con los trabajadores, de manera de arrinconar estructuralmente a las clases que son dueñas de los derechos sociales en Chile. La ciudadanía con sus formas de democracia representativa, pasiva y obediente a las necesidades del suave comercio, estructuradas en torno al Estado y sus poderes, los sindicatos reaccionarios y las burocracias estudiantiles, está demostrando hoy en la práctica (y ojalá me esté equivocando) que como sujeto social y político es tan sólo capaz de ocasionar una derrota política parcial a los gobernantes de turno que tal vez se reflejará en las próximas elecciones.

Por lo antedicho es que creo que la dicotomía entre “democracia directa / democracia representativa” no puede ser caracterizada como una entre “democracia que privilegia la individualidad / democracia que efectúa un vínculo comunitario”. La contraposición relevante estriba en que la democracia directa permite construir una alianza combativa y desde abajo con los trabajadores para crear el poder social capaz de presionar efectivamente a los capitalistas de la educación que los políticos burgueses representan; mientras que la democracia representativa reproduce en un movimiento social la escisión entre la “sociedad civil” (concepto emergente y no último) y la capacidad de ejercicio político, reproduciendo a su vez las contradicciones y limitaciones que el “dulce comercio” suaviza.
Para terminar, me gustaría denunciar cierta “religiosidad” criticable que anida en el sentido común del movimiento, a raíz del uso de esta calificación por parte de Nadine sobre ciertas categorías marxistas. Existe una verdadera “religiosidad” en el movimiento (la cuál es análoga a la que el joven Hegel criticaba) en la medida en que predomina una receptividad de las categorías y posibilidades de acción que la opinión pública y los dirigentes transmiten; posibilidades que desde cierta pasividad y atrincheramiento se han desplegado en dos direcciones: coquetear con la “ciudadanía”, y patalearle al gobierno emplazándolo con la dudosa arma de la “inmensa mayoría ciudadana”. Se ha puesto una enorme expectativa en “danzas de la lluvia por la educación” esperando que con estos métodos los ciudadanos caigan a nuestros pies y el gobierno lance a regañadientes el pedazo de carne desde arriba de la mesa. Esa esperanzada actividad que mezcla “creatividad ciudadana” y ladridos, la cual ha sido propiciada por los dirigentes y los sectores moderados, hoy empieza a agotarse y a raíz de esto el optimismo de los moderados se transforma en pesimismo. Ambas actitudes se fundan en la religiosa creencia de que era posible convencer al gobierno como aquello que desde una exterioridad no amenazada en su base, iba a escuchar el carnaval, la súplica o el ladrido de esa “inmensa mayoría ciudadana” y externa. No quiero decir que estas formas no hayan servido de nada, pero hoy muestran su límite, y las expectativas que algunos depositaban en ellas demuestran su carácter “religioso”.

Al principio dije que este texto no iba a ser una réplica directa ni completa a los textos de Nadine, y no lo ha sido. Me he dedicado a criticar el “espíritu” de estos textos que deslizan una crítica latente y en clave liberal a la democracia directa y aceptan el concepto de ‘ciudadano’. He argumentado por qué la crítica a la democracia directa es nefasta en un contexto en el que la ampliación de la lucha requiere de ella, y cómo en conjunto con ella el concepto de ‘ciudadano’ y ‘movimiento ciudadano’ manifiestan en la práctica su inadecuación para nuestra lucha. Espero que el debate continúe.

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