El Blog de la CEFH

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miércoles, 5 de octubre de 2011

La democracia de las bases

Por Vicente Mellado. Estudiante pregrado Historia de la Universidad de Chile

Esto es una replica al Articulo "La democracia de los Dirigentes" de Nadine Faure
 La nota escrita por Nadine Fauré constituye un indicador fehaciente del proceso de polarización política interna que está viviendo a nivel nacional, la movilización de los estudiantes universitarios y secundarios. En todo el país, no solamente en la humilde facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile, sino que desde Arica a Magallanes se ha puesto en el tapete, en cada carrera, facultad y universidad, el tema del cierre o no del primer semestre, y las consecuencias políticas que eso trae para la movilización nacional.

El debate del “cierre o no cierre”, no lo impuso el movimiento estudiantil; lo estableció el gobierno de Sebastián Piñera, un gobierno muy especial, por que es de Derecha, y nosotros sabemos que la Derecha chilena, posee una particular tradición golpista, siendo el mejor ejemplo de aquello, el golpe militar de 1973, que en lo que respecta al movimiento estudiantil, tiene mucha importancia, ya que asesinaron, torturaron, humillaron y exiliaron a la mejor generación de dirigentes estudiantiles, académicos y trabajadores públicos que haya tenido este país.  Debemos recalcar esto, ya que es contra esta tradición que se enfrenta el movimiento estudiantil, y es esta tradición la que logró, gracias a los sectores más conservadores que hoy en día dirigen el CONFECh (JJCC y sectores ligados a la Concertación), transmitir a cada unidad estudiantil, el tema del cierre del semestre, colocando fechas falsas, mediante una particular “campaña del terror”, cuyo argumento central era que se perderían los beneficios para los más precarizados, y los que podían pagar la mensualidad, perderían el dinero desembolsado.

De esta manera, el gobierno de los gerentes logró imponer sus términos: en vez de discutir, cómo fortalecer las movilizaciones estudiantiles para poder vencer, los estudiantes se vieron obligados a discutir en torno a si cerrábamos el semestre o no, muchas veces (lamentablemente) vaciándolo de contenido político (el norte son las movilizaciones) y alargándolo en algunas universidades, mas de tres semanas. En otras palabras, los estudiantes de la facultad de Filosofia y Humanidades, perdimos poco más de dos semanas valiosas para poder determinar como inclinar a nuestro favor la correlación de fuerzas respecto de nuestro actual enemigo: los poderosos empresarios de la educación chilena, el gobierno y sus aliados de la Concertación. Finalmente, el gobierno logró un triunfo político parcial, que permite inclinar la balanza a su favor: ganó en la mayoría de las universidades el cerrar el semestre, y las direcciones de la CONFECh, fueron responsables directos de no haber enfrentado semejante ataque del gobierno: nunca se pronunciaron ofensivamente en contra de semejantes amenazas para permitir el fortalecimiento de la movilización, en cambio, la respuesta de los dirigentes fue: cada universidad tiene “libre albedrío” para cerrar semestres.

Quien escribe esta nota, es un ferviente defensor de la hipótesis que defiende un amplio sector del movimiento estudiantil (a nivel nacional) que sostiene que; el cierre de los semestres constituye una maniobra del gobierno para dividir al movimiento estudiantil universitario, no solamente internamente, sino que, respecto de su aliado fundamental, los estudiantes secundarios. El cierre semestral implica que un amplio sector de los universitarios que se encontraban luchando palmo a palmo con los secundarios y cuestionando políticamente a la organización burocrática existente en el CONFECh, para poder así imponer la educación gratuita como demanda mínimamente democrática, no pueda fortalecer esa unidad de lucha, y tenga ahora que retroceder parcialmente. Esto no solo ha sido un triunfo de la derecha, sino que también de la burocracia estudiantil erigida en el CONFECh, que buscan aplacar al sector mas radicalizado del movimiento estudiantil, que si es capaz de enfrentar a la burocracia y plantear una alternativa: refundar las federaciones bajo democracia directa, con delegados mandatados y revocables por la base, y así poder dar la lucha por la educación gratuita ahora.
            Por esta razón, los argumentos esgrimidos por Nadine en contra de la forma de organización estudiantil en nuestra facultad (fuesen correctos o no), ocultan algo mucho más profundo que la mera crítica que se pudiese hacer a la democracia directa, o como prefiere denominar la estudiante de Filosofía: la “democracia de las dirigencias”.
            
 Resulta interesante que en la lectura de dicha nota, no hubiese en ningún párrafo, ni línea argumental, alguna mención al porqué dicha estudiante está convencida políticamente por cerrar el semestre. Sus dardos argumentales van dirigidos de primera, sin introducción previa, a la forma de organización que los estudiantes de la facultad de Filosofía y Humanidades eligieron de manera legítima y democrática el año 2002. Si ella no tiene acuerdo con esa forma de organización, nadie le resta legitimidad a sus argumentos, pero es la que existe, no por imposición autoritaria ni mucho menos, sino que, fue el resultado de luchas, movilizaciones, discusiones y votaciones de un amplio sector del estudiantado de pregrado, que desde 1997, ha sido, y sigue siendo, el motor más dinámico de la movilización estudiantil local.
           
Para Nadine, la democracia directa “prioriza la individualidad sobre la comunidad”. Ahí residiría el gran problema de la democracia directa, ya que permite que se impongan las decisiones individuales por sobre las del conjunto de la comunidad estudiantil. No existiría en la asamblea; ni unidad política, ni proyecto político común, ni consensos reales, ya que “la democracia directa no tiene de suyo las herramientas que lo permiten”. De esta manera, la democracia directa no permitiría la discusión en torno al “cierre del semestre”, ya que en este “sistema político” no cabe dicha posición (¿?), y la validez de las votaciones respecto a este tema, solamente corresponderían a quienes participan activamente de las asambleas.      
            
 Al respecto, debemos hacer varios reparos. En primer lugar, para nosotros, la democracia directa se define como la forma de organización que permite la más amplia discusión política de las bases. Donde todas las posiciones políticas diversas entran en tensión, se discuten, se enfrentan y finalmente, una es la que se impone como resolución mediante la votación a mano alzada. La democracia directa se ha planteado históricamente como una forma de organización que aparece en momentos de ascenso de lucha social y de clases, en donde las estructuras tradicionales de organización, como es en este caso, la democracia representativa (de matriz liberal), no se encuentran a la altura de las circunstancias, como instrumentos de lucha que permitan al movimiento estudiantil poder llevar hasta el final sus demandas y triunfar. Es lo que está ocurriendo actualmente con el cuestionamiento a la lógica burocrática de funcionamiento del CONFECh, y de los CCEE locales en liceos y colegios secundarios. Aquí la clave, no es que los CCEE o la democracia representativa, no funcionen, por el contrario, pueden ser muy eficientes en su forma. Pero las formas de organización, no están vaciadas de contenido político, como creen algunos; por el contrario, son funcionales a que se desarrollen cierto tipo de políticas. La clave reside en que la lógica de la democracia representativa, no permite desarrollar y potenciar la discusión política de base, para que sean estas las que puedan legislar y ejecutar a la vez, siendo la instancia máxima de decisión y resolución, la asamblea general. Eso es lo que ocurrió tanto el 21 de septiembre, el martes 27 y el viernes 30 de septiembre. Las bases decidieron, y una posición, por pocos votos, ganó legítimamente.

En segundo lugar, siguiendo el razonamiento anterior, el hecho de que se haya querido reevaluar la votación del miércoles 21 de septiembre no constituye bajo ningún argumento esgrimido, una medida antidemocrática, ni una decisión ilegítima. La estudiante de filosofía planteó que el argumento del “contexto nacional” no era válido para plantear la reevaluación (¿?), y que producto de eso se habían impuesto “los intereses individuales por sobre la comunidad”. Al respecto, queremos plantear que fue la batalla que dio un sector de estudiantes pertenecientes a un movimiento a nivel nacional, que si cree en la lucha por la educación gratuita como demanda mínima, el que buscó enfrentar la maniobra política impulsada por el gobierno derechista, que hoy día quiere penalizar cualquier tipo de movilizaciones sociales en lucha. Resulta tremendamente contradictorio el argumento de Nadine, al sostener que era ilegítima la moción de reevaluar; primero, porque nunca ese sector (al cual pertenezco con todo orgullo) deslegitimó la votación anterior, sino que se tomó la decisión de llamar a reevaluación precisamente por lo ocurrido en el CONFECh (por lo dinámico de la situación nacional), y porque las fechas establecidas por el gobierno eran una falsedad para dividir y frenar al movimiento universitario (algo planteado y remarcado el mismo 21 de septiembre, donde un sector perteneciente al bloque “cerrar el semestre”, buscó acallar por razones políticas que todavía desconocemos); segundo, porque si fueron “intereses individuales” los que se impusieron, ¿Cuál es la diferencia con el otro sector que “impuso” y batalló por colocar como primer punto de las asambleas “el cierre del semestre”?, ¿se les tildó de antidemocráticos? No, para nada, y se respetó esa decisión de colocarlo en tabla. Por lo tanto, los argumentos de la estudiante de filosofía se caen por sí mismos, y desenmascaran que aquí otra vez, el problema de fondo es la defensa de una concepción política de cómo llevar adelante (¿?) las movilizaciones.

El movimiento estudiantil se define como un sujeto social que constituye una caja de resonancia de las contradicciones sociales del modo de producción capitalista. Es una capa social, económica, cultural y políticamente heterogénea, donde conviven diversos sujetos sociales, que defienden distintos intereses materiales, tanto de grupos como de clases sociales. No es para nada un movimiento homogéneo unificado por una ideología en común; eso sería un análisis idealista y abstracto (que por desgracia hoy en día es hegemónico en la U de Chile), que no corresponde con el análisis concreto de la realidad concreta propia de la sociedad capitalista. Es imposible un “proyecto común” y una “unidad política” en abstracto de la totalidad del movimiento estudiantil, cuando hay un sector de estudiantes que está abiertamente contra las movilizaciones estudiantiles (de derecha), otro sector que está a favor de seguir movilizados, pero bajo los estrictos criterios que imponen las direcciones burocráticas del CONFECh (de centroizquierda o “moderados”), y otro sector que está por potenciar y radicalizar el contenido político y las formas de lucha del movimiento estudiantil, sobrepasando los dictámenes del CONFECh (de extrema izquierda o los llamados “ultras”). La unidad política es posible, cuando es un sector de ese movimiento el que hegemoniza al conjunto del movimiento estudiantil. Por ahora la hegemonía la tienen “los moderados”, y el movimiento, a pesar de sus diferencias, se mantiene unificado en torno a esa política.

Por último, queremos concluir y reafirmar que la polarización política acontecida en la facultad de filosofía no ha sido por culpa de la democracia directa, no por la forma de organización que tiene dicha unidad universitaria. La polarización social y política es resultado inevitable del movimiento real de la lucha de clases que está viviendo el país luego de 5 meses de movilización. Ocurrió en Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Temuco, etc. ¿A caso en estas universidades había democracia directa? No, no las había. En dichas universidades, el frágil “consenso” que ha impuesto el CONFECh se puso en cuestión. Frente a dichos argumentos liberales de no quebrar el “consenso” y evitar “dividir el movimiento”, aquellos que todavía creen en semejante ilusión utópica de la “unidad en abstracto” poniendo hincapié en las figuras públicas de la confederación, han sido sobrepasados por el movimiento real de las cosas. De aquí en adelante, la movilización estudiantil ha cimentado dos caminos: la de los “moderados”, y la de los “ultras”. El proceso mismo se mantiene abierto, y todavía no se sabe cual será la postura que unifique a los estudiantes, y les muestre la estrategia para vencer finalmente al enemigo.

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