El Blog de la CEFH

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martes, 8 de noviembre de 2011

Dos miradas acerca del movimiento estudiantil

Por Vicente Mellado.
Estudiante pregrado Historia
de la Universidad de Chile.

EL TEXTO HACE ALUSIÓN A LA POLÉMICA ORIGINADA POR "LA DEMOCRACIA DE LOS DIRIGENTES"

En esta columna queremos demostrar, que dicho intercambio epistolar corresponde a la exposición de dos miradas estratégicas distintas respecto al conflicto estudiantil.
                
Se pueden desprender tres objetivos políticos (de los que consideramos más relevantes) de la columna de Nadine: primero, aislar a ese sector amplio del movimiento estudiantil, denominado peyorativamente como “ultra”, afirmando que constituye una minoría política prácticamente inexistente a nivel nacional y que a lo más su existencia se reduciría a la organización política Las Armas de la Critica; segundo, reafirmar la estrategia y alternativa planteada por las direcciones del CONFECh, como la vía correcta a seguir para enfrentar al gobierno y obtener nuestras demandas; y tercero, una crítica ofensiva de corte epistemológico y político a categorías de análisis marxistas, argumentando que son ineficientes y muestran una profunda distorsión de la realidad.
                
Estamos frente a una genuina defensa de la estrategia política del sector conservador (moderado) del movimiento estudiantil en lucha, cuyas argumentaciones integran un paquete que combina recursos epistemológicos, ideológicos, estratégicos, y políticos.
                
Por esta razón, esta breve columna tiene por objetivo posicionar y mantener las banderas en alto de ese amplio (y contradictorio)  sector del movimiento estudiantil, que peyorativamente ha sido caracterizado por el gobierno pinochetista como “ultra”. Esperamos que esta nota agrade a los estudiantes de la facultad de Filosofía que se sienten relativamente identificados con ese amplio sector, por más diferencias políticas que existan en su interior, y que sirva para armarse en el debate y la lucha política que hay que seguir dando para vencer.

Responderemos a los tres objetivos de Nadine de la siguiente manera:
Como primer punto, Nadine realiza un diagnóstico estratégico general (recordemos que su nota fue publicada el 15 de octubre, sin embargo, su lógica y propuesta corresponde a su visión del desarrollo de la movilización nacional que lleva más de 5 meses), acerca de cuál es el mayor impacto político posible que puede tener la movilización estudiantil, para extraer lecciones que le permitan a la “ciudadanía” poder imponer sus demandas. Para la estudiante de pregrado, lo más que puede dar el movimiento estudiantil en estas movilizaciones históricas, es simplemente “imponer un tema a la ciudadanía pero no podemos imponer la solución”, ya que “no tenemos la fuerza para condicionar nada”. Más arriba, al inicio del texto, sostiene que “el movimiento estudiantil no tiene en sus posibilidades la de resolver el problema por el que protesta. Si así fuera, esto ya se habría terminado. (…) en la situación actual, no hay que entender la protesta sino como un proceso a largo plazo donde pagar costos tan altos ahora, como la pérdida de un año académico, no tiene sentido. Tal vez esté siendo pesimista, espero honestamente que así sea [negritas nuestras]. Estamos en presencia de un análisis derrotista y gradualista de cómo se están llevando las movilizaciones; que asume que desde un principio el movimiento estudiantil está destinado solamente a dar la siguiente lección al conjunto de los explotados y oprimidos de la sociedad: que únicamente podemos “imponer temas” (la crisis del sistema educativo) a la ciudadanía, nada más. La solución al respecto dependerá de factores externos, en este caso: el gobierno. En primer lugar, Nadine no confía en la fuerza del movimiento estudiantil para obtener un triunfo político, y así arrancarle un peldaño al régimen neoliberal pinochetista-concertacionista, y de esa manera mostrarle a los trabajadores y oprimidos de Chile la siguiente lección estratégica: si es posible vencer a los empresarios y a sus gobiernos. En segundo lugar, dichas afirmaciones, son parte de la típica argumentación de la centroizquierda más liberal, la que siempre busca “solucionar” problemas dentro de los marcos del régimen, ya que serán estos márgenes los que determinarán si vencemos o no: todo depende del “factor externo” (tampoco decimos que el triunfo dependa unilateralmente del otro lado: el factor interno). Por lo tanto, la fuerza del movimiento estudiantil, dependerá solamente de las garantías y espacios que permita el gobierno (factor externo), no de los espacios que el mismo dinamismo y radicalismo del movimiento estudiantil pueda ganar en la lucha, y que el gobierno se vea obligado a ceder.

Lo que no ve Nadine, es que si no se lucha para vencer, y así obtener conquistas materiales, aunque sean parciales, no tendremos ningún punto de apoyo desde donde poder seguir avanzando en nuestros objetivos políticos. Si no obtenemos un triunfo político y moral, el gobierno se fortalecerá (parcialmente).  De este modo, si seguimos el razonamiento estratégico de Nadine, que mantiene una posición derrotista y gradualista, estaremos condenados a que se perpetúe el estado actual de las cosas, y por consiguiente, estaremos a su vez condenados a solamente “imponer temas a la ciudadanía”. Podemos plantear dos ejemplos concretos al respecto, y que nos diferencia del análisis abstracto y liberal de la estudiante de Filosofía. Primero, cuando las direcciones del movimiento estudiantil accedieron a la mesa de diálogo tal como estaba planteada (en septiembre), el gobierno obtuvo un gran oxígeno, lo que se tradujo en su fortalecimiento relativo. Logró quedar como “dialogante”, y ese espacio lo aprovechó para aumentar la represión (18 y 19 de octubre). Desde el gobierno se iniciaron los desalojos masivos de colegios (de ese sector minoritario que plantea Nadine). Y segundo, el gobierno logró otro triunfo parcial, en complicidad con las direcciones estudiantiles, se logró desviar la discusión política al Parlamento empresarial. Espero que a dicha estudiante no le parezcan análisis “religiosos”, sino que, por el contrario, son concretos, a diferencia de las abstracciones de la centroizquierda y los anti-marxistas

Pero más abajo en su columna, sostiene una afirmación peor sobre la capacidad de deliberación política que puede tener el movimiento estudiantil: “las bases no tienen, por ser un movimiento masivo y heterogéneo, la posibilidad de legislar ni ejecutar nada. Así no funciona el mundo, por mucho que lo queramos con el alma.” Con esto queda más que  claro que el movimiento estudiantil, no tiene más capacidad de generar impacto político que imponer “temas” a la ciudadanía. Esto es negar la posibilidad y capacidad que tienen las “masas” de poder determinar su propio destino histórico y poder transformar sus condiciones materiales. Queríamos recordarle a la estudiante de filosofía, que el año 2006, en una galaxia no muy lejana a esta, los estudiantes en lucha constituyeron un organismo de auto-organización que logró unificar al conjunto del movimiento estudiantil secundario (precisamente lo que no existe hoy en día), cuyo nombre fue la Asamblea Nacional de Estudiantes Secundarios (ANES). Este organismo si logró unificar lo legislativo y lo ejecutivo en cientos de delegados de base mandatados por sus respectivos colegios, que estuvieron presentes en las asambleas de la ANES, y que si pudieron ejecutar unificadamente las acciones políticas a seguir adelante. ¿Cómo que las bases no pueden legislar y ejecutar a la vez? Los argumentos de Nadine, otra vez no tienen validez histórica concreta. Pero además, deja un elemento fuera, que no menciona en ninguna parte de su columna: que al interior de los movimientos sociales, se produce la lucha de partidos, de grupos y de colectivos políticos, que en distintos grados hegemonizan sectores reales y de masas. LAC es una de esas agrupaciones que lucha duramente en su interior para que el movimiento estudiantil pueda vencer. Y por eso estamos conformando junto con una gran cantidad de estudiantes, una agrupación de dicha juventud que quiere seguir saliendo a la calle. No luchamos por luchar.

En un segundo eje, Nadine denuncia a ese sector del cual yo soy parte, y lo reduce a una minoría. Considera que dicho sector minoritario, del cual “nadie tiene registro”, sería una minoría que quiere “dividir” al movimiento a partir de “maniobras políticas”, y que la vez constituirían “(…) Pésimas ideas (que afortunadamente han sido contenidas) como vetar las mesas directivas en la USACH y en la Universidad de Chile, cuando la unidad del movimiento “contra nuestro actual enemigo” debiese primar por sobre todo” [negritas son nuestras]. Además, a lo largo del texto denuncia en varias ocasiones a Las Armas de la Crítica de ser la única expresión concreta de ese sector minoritario. Al respecto, debemos sostener lo siguiente:

Primero, debemos aclarar que ese sector que Nadine quiere reducir a una minoría, que el gobierno denominó “la ultra”, constituye una amplia parte del movimiento estudiantil, que contiene desde dirigentes de federaciones estudiantiles que solamente plantean como piso mínimo educación gratuita (no la refundación del CONFECh), hasta estudiantes universitarios que solamente quisieron votar en contra del cierre del semestre. Si Nadine cree que 150 estudiantes que votaron en contra del cierre semestral (y 154 a favor de la cual ella fue una de las más activas de dicho bloque político), le parece una minoría, parece que estamos en presencia de una excelente distorsión de la realidad a favor de su sector, que no es abismalmente mayoritario frente a la supuesta “minoría”. La llamada “ultra” es más que eso, y si Nadine quiere “registros”, le mostramos que es un fenómeno a nivel nacional que se “registra” en los siguientes lugares: los liceos técnico-profesionales de todo el país, en municipales y subvencionados (basta con recorrer el sector sur de Santiago), en los emblemáticos (¿vio lo que ocurrió en el Liceo Lastarria?), en carreras de la U de Chile (como Química y farmacias que vetó la mesa directiva de la FECh, las carreras de Antumapu, Artes, etc), en la USACh (17 carreras votaron destituir a la mesa de federación), en decenas de universidades de regiones (UCN, UCT, UPLA, la UTA, etc), que mantienen las tomas, realizan retomas, los cortes de avenidas, que enfrentan a la policía en las marchas…todas acciones por fuera de los marcos del régimen que impone el gobierno. Ese sector no son unos cuantos estudiantes y no se reducen a LAC; son cientos de miles, como la estudiante de Teatro que alentó reevaluar la votación. Y respecto a LAC, si ha sido parte activa de la organización conjunta de esas acciones con cientos de esos estudiantes a nivel nacional. Queda más claro que nunca que Nadine lo que intenta, es invisibilizar a los sectores más combativos y radicalizados del movimiento estudiantil para privilegiar la posición política de su sector, utilizando como recurso político, denunciar que todas estas expresiones de lucha, no son más que actuación de una agrupación política. Hay que tener una anteojera muy grande para creer que así sea.

En segundo lugar, Nadine sinceró su posición política respecto a su acuerdo con las direcciones más conservadoras del CONFECh. Es una posición que sincera su acuerdo político (de manera implícita porque no los menciona en su texto) con la contención que las direcciones de las JJCC y de un sector simpatizante de la Concertación (Jackson) ha logrado hacer a ese sector que ella considera “minoritario”. Tan minoritario que 17 carreras de la USACh votaron destituir (por izquierda) a Ballesteros. Y tiene razón al plantear que lograron “contener” a ese sector; porque esa batalla se perdió, no así la votación de irse a toma, que el Presidente de la FEUSACh tuvo que aceptar a regañadientes. Esas “pésimas ideas” de democratizar la FEUSACh, y los organismos estudiantiles, para fortuna de Nadine, han logrado ser contenidas solo parcialmente, ya que en la UTA, se logró desplazar a las JJCC, e iniciar un proceso de democratización interna, donde se está avanzando a una federación que funcione bajo democracia directa: un triunfo de esa “minoría divisionista”, para poder avanzar en constituir organismos que estén a la altura de las circunstancias para vencer a la Derecha, su gobierno y los empresarios de la educación, donde también se encuentra la Concertación. Esas afirmaciones de que gracias a la “contención” de esa “minoría”, se mantiene la “unidad del movimiento”, es un argumento típico del liberalismo (que ya manifesté en mi nota anterior), que reduce y personifica la unidad de toda la movilización en las direcciones estudiantiles. Esa “unidad” es por la que lucha la JJCC, los Autonomistas y la Concertación: la unidad de que debemos centrar la salida al conflicto en los parlamentarios (empresariales), es decir, dentro de los marcos del régimen político que hoy día defiende la Derecha junto con la Concertación (¿Quién le hace el juego a la Derecha entonces?). Nosotros luchamos por la “unidad” del movimiento estudiantil en las calles (que es lo que el gobierno no quiere), impulsando unitariamente las tomas a nivel nacional. No existe explicación histórica alguna que valide el argumento de Nadine de que desplazando a las direcciones conciliadoras con el gobierno, el movimiento se caiga por sí mismo. Por el contrario, si existen amplias experiencias históricas que muestran como el cuestionamiento a un sector conservador de las direcciones, muestra la entrada de un nuevo sector que puede ocupar su lugar y dotar de un nuevo dinamismo e impulso a las movilizaciones en cuestión.

En tercer lugar, no existe una relación mecánicamente correspondiente entre un sector que expresa en la práctica una política  progresiva y una organización política que busque cuajar dichas expresiones en un programa. Eso significa no entender que el movimiento estudiantil es contradictorio e internamente diferenciado, como todos los sujetos colectivos que se movilizan en la sociedad capitalista.  

Para coronar su columna, Nadine recurre a un último recurso político: una crítica de corte epistemológico y estratégico a la utilización de categorías marxistas para entender la realidad. Con esto, intenta cumplir su último objetivo, desplazar al marxismo como método de análisis de la realidad social y política. Nos atrevemos a plantear de que en esta parte de su nota, el debate político adquirió ribetes más profundos, tomando un perfil mucho más “ideológico”. Con esto queremos decir, que las discusiones políticas o de estrategias, ocultan también un profundo debate epistemológico y filosófico, de cómo nos ubicamos para entender y comprender la realidad social humana. Me habría encantado escribir tres páginas acerca de esto, pero solamente ocuparemos unos párrafos.

Nos parece lamentable el tono pedante y burlesco para referirse a la definición que extraje de unos viejos marxistas rusos (Lenin y Trotski)  acerca de que entendemos por movimiento estudiantil. Si a Nadine no le parecía, habría agradecido enormemente una definición de su parte, para de este modo haber podido profundizar el debate en torno a las definiciones que utilizamos para entender las potencialidades y límites del movimiento estudiantil en este contexto político. En vista de que no definió que entiende por el movimiento estudiantil, solamente podemos reafirmar que si el gobierno ha impulsado políticas neoliberales en la educación, es con el único objetivo de profundizar la inversión capitalista en dicha área. Dichas contradicciones, propias del capitalismo, de tener que enriquecer a un sector empresarial a costa de extirpar un derecho social al conjunto de la sociedad, son las que han “resonado” en el movimiento estudiantil, y es por eso que estamos en lucha por la educación gratuita, única manera de frenar el negocio de los mercaderes de la educación. Me disculparan los lectores por el tono “religioso” de mi argumentación.

Respecto al planteamiento de lucha de clases, Fauré sostiene que: “ (…) no resiste ningún análisis para esto. Acá nadie lucha por la apropiación de los medios de producción, aunque ustedes u otros puedan leer eso de esto. Es el reclamo porque nuestra educación sea considerada como un derecho y no como una mercancía. Es un debate que se da entre el gobierno y la ciudadanía, no es la clase obrera contra la patronal. Nada se resolvería si todos adscribiéramos a esa lectura del conflicto.”

Lo anterior deja de manifiesto la concepción reduccionista y mecánica del concepto de lucha de clases, propio de una reflexión liberal. Los marxistas jamás hemos creído que la lucha de clases sea solamente entre obreros y patrones (si bien este constituye una de las máximas expresiones del conflicto social en la sociedad capitalista). Históricamente, dicho concepto lo han utilizado la mayoría de los marxistas para dar cuenta de la existencia de antagonismos sociales que motorizan procesos sociales de cambio, que motorizan la historia. Su expresión es la lucha de clases, la que adquiere diversos grados.

Nadine caricaturiza el concepto. Para nosotros si ha habido una expresión de lucha de clases en 5 meses, que si bien no ha sido la lucha de la clase trabajadora, si ha sido principalmente del movimiento estudiantil (capa social),  en contra de los empresarios educativos (una fracción de la “clase burguesa” chilena), no solamente contra el gobierno, que a su vez también es de clase. De esta manera, para negar la existencia de antagonismos sociales y de clase, Nadine utiliza el concepto de “ciudadanía”, que sirve en la práctica política, para anular y extirpar de la realidad la existencia de antagonismos sociales reales. El concepto “ciudadano”, en este caso, de corte liberal (Alexis de Toqueville, Benjamin Constant, Stuart Mill, etc) sirve para  igualar jurídicamente a todos los sujetos sociales antagónicos implicados en el conflicto. De este modo pasamos a ser lo que ella dice: simples “consumidores”, no estudiantes, profesores, y apoderados en lucha (que a su vez también son trabajadores) contra los empresarios educativos y su gobierno patronal. Lamentablemente, debemos reconocer que dicho concepto ha sido el que ha hegemonizado las movilizaciones, y no lo consideramos extraño, siendo que vivimos en uno de los países mas neoliberales del planeta, donde la hegemonía burguesa y sus definiciones conceptuales para ver la realidad se ramifican hasta por donde ni los lectores podrían imaginarse (el “somos todos clase media”, por dar un humilde ejemplo). Por desgracia, si bien Nadine participa de las movilizaciones estudiantiles, constituye una reproductora más (en otro plano) de dicha ideología burguesa.

Por último, si Nadine sostiene que el PTR busca en cada espacio local universitario (y también de trabajo) agudizar las contradicciones de la sociedad capitalista, está en lo cierto. Pero dicha lucha por la revolución, no se desliga en absoluto de luchar por un triunfo moral y político de los estudiantes, ya que si ganamos la educación gratuita, podremos avanzar en plantear nuevas demandas estructurales: salariales, laborales, de la salud, del conjunto del régimen, etc.; y así poder recuperar la perspectiva que nos arrancó la dictadura, la Derecha y la Concertación, y que tanto necesitamos: de creer en una sociedad más justa y sin desigualdades sociales. Sin capitalismo ni explotación ni miseria. Esa perspectiva histórica debe recuperar el movimiento estudiantil. 

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