Por Cristián Gutierrez Villaroel. Estudiante Pregrado Filosofía de la Universidad de Chile.
Tengo que escribir una reflexión sobre una temática libre; es además un acto voluntario y lo haré pues en este momento no tengo nada apremiante por hacer. Pues bien, entonces libremente voy a tomar en cuenta estas mismas condiciones para decidir sobre qué voy a escribir: (1) si la temática es libre entonces escribiré sobre algo que sea de mi agrado; (2) si se trata de un acto de mi voluntad, me esforzaré por ser voluntarioso en hacerlo; y (3) si lo haré porque en este momento no tengo nada apremiante por hacer, pues, entonces aprovecharé este momento para averiguar qué me tiene dispensado de los deberes que por estos días, en circunstancias normales, habría tenido que cumplir. A ver si, de pasada, esto me lleva a otros asuntos y pueda terminar esta reflexión de uno u otro modo conforme.
Resulta que de pronto puedo ver, gracias a esto, que no consideré –o en verdad, no conscientemente– la circunstancia más inmediata que condicionaba esta reflexión: el que sea universitario y esta opinión esté siendo requerida por estudiantes de mi universidad. Me doy cuenta de que lo asumí inconscientemente al ver que sin embargo escogí un tema relacionado con la universidad, puesto que ¿qué deberes habría tenido en circunstancias normales y de los cuales estoy dispensado por estos días? Nada más que estar yendo a clases. Porque me resulta evidente que no estoy en vacaciones, me lo atestigua mi cansancio. Y es que estando unos tres meses en estado de alerta permanente y expectante por lo que fuera a decirse, prohibirse, provocarse, declararse o detonarse de un momento a otro, me fui debilitando sin darme cuenta, y a muchos les cae en gracia cuando les describo mi estado de ánimo como “desequilibrado”, a veces crítico y en creciente sopor e insensibilidad. Y me parece natural estar así, ya que gusto de tener una rutina y concentrar mi lucidez, mas, cuando pierdo el objeto de mi concentración, los imprevistos que antes ignoraba desfilan ante mí distrayendo mi atención con excesiva facilidad. Pues entonces, si por el contrario tampoco estoy yendo a clases, ¿a qué se deben estas circunstancias tan extrañas? Acepté esta invitación a reflexionar con la intención de averiguarlo y compartir lo que fuese que consiguiera con ello, pero ¿por qué al fin y al cabo me tienen mis compañeros de universidad reflexionando sobre algo en estas circunstancias? Puede que en realidad todo esté relacionado. La cuestión es cómo.

Si algo me tiene fuera de clases sin estar en vacaciones, sólo puedo respondérmelo con una pregunta: ¿puede la universidad funcionar siendo objeto de dos fuerzas contrarias al mismo tiempo? Pues ¿cómo resulta posible que siendo la universidad el lugar propicio de reflexión para la sociedad, ella misma me haya incitado a actuar, no sin sentido común y además con mucha lucidez, pero privándome de poder seguir cosechando aún los rudimentos de sus fértiles dominios? ¿Cómo? Sólo por extrañas circunstancias.
¿Por qué –me pregunto por última vez– me tienen en estas circunstancias reflexionando sobre cualquier cosa…? Aunque, pensándolo con más detenimiento, creo que para esto sí puede haber una sola y clara respuesta. Después de todo, ¿acaso no se trata de la universidad? De una comunidad de individuos que, a pesar de todo, me incitaron a reflexionar permitiendo que pudiera compartir esa reflexión y que así otros quizá dialoguen con ella. Parece coherente entonces que si allí afuera se lleva a cabo tamaña discusión sobre los destinos de nuestra educación, la universidad esté capacitada para abordarla desde sus cimientos, pues ella en su actividad posibilita la reflexión y promueve la discusión. De este modo me parece que, aunque suele decirse que la solución es una sola, siempre serán dos, para todos, las posibles respuestas:
revolución o reflexión.
Y si estas dos llegan a entrar en conflicto dentro de la propia universidad, habrá que pensar entonces, cuál de ellas hay que usar para darle solución.
Realmente buena la reflexión.
ResponderEliminarEs interesante la forma en como queda implícito, al menos segun mi parecer, un problema en los cimientos del tipo de educación universitaria. Pues, si bien como planteas, la Universidad debiese ser el espacio por excelencia para propiciar un movimiento, al menos en su aspecto teórico; no deja de ser cierto que la forma en como se transmiten los conocimiento y como opera en general la Universidad termina poniendo en disyuncíón (reflexión o revolución) algo que bien podría ser conjunción (reflexión y revolución).
Pensar o actuar? La Universidad es el espacio que permite el intercambio y acrecentamiento de conocimientos (prácticas, teorías) en una comunidad intelectual de personas que poseen previamente una base educativa común, y que pretende seguir aumentando sus conocimientos específicos para aportar a la sociedad donde vive, lo que a la vez le permitirá engrandecer su espíritu y su mente particular. La Universidad no es sólo reflexión, la Universidad es como el "Universo" creado por Dios (si atendemos al mito fundacional judeo-cristiano): se pensó, se dijo, se hizo...Por eso solo leer muchos libros y repetir bellas palabras, si bien es un alimento del cual vivimos quienes estudiamos humanidades, es preciso también participar, cada uno desde su tribuna (“trinchera”), en las acciones que nos permitirán aportar en esta función ancestral de la Universidad y, más ampliamente, dentro de la educación ciudadana, como un ejercicio reflexivo y práctico que nos facultará para actuar e interactuar en nuestra comunidad, no de individuos, sino de "universales"... Reflexionar y revolucionar no se contradicen, se complementan necesariamente. El punto es, qué lugar ocupo yo en este complejo circuito?
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