El Blog de la CEFH

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sábado, 17 de septiembre de 2011

El 18 de Septiembre no hay nada que celebrar. Nada.



Por Seryho Astudillo Espinoza. Estudiante pregrado de Historia de la Universidad de Chile.


Estamos en septiembre y todo el país se regocija con las fiestas patrias, viviendo su chilenidad en todas las celebraciones y tradiciones populares existentes. Al parecer, todos sienten que el patriotismo toca sus pechos y se dejan llevar hasta los años primigenios de nuestro país, para recordar aquel 18 de septiembre de 1810, en el cual la formación de la primera ‘junta nacional de gobierno’ lanzó a nuestro pueblo al camino de la libertad, para luego cuestionarse la celebración pues el acta de independencia fue firmada el 12 de febrero de 1818, creyendo darse cuenta del error histórico y reírse de ello. Sin embargo, creo que el error es otro. 

Desde que mis abuelos iban a la escuela –que por supuesto, no terminaron- se nos enseña la historia de Chile a través de los grandes acontecimientos, resaltando a los hombres importantes, memorizando esos datos como si fueran una verdad revelada, lo que a la larga termina por aniquilar nuestro gusto por la historia. Justamente, esa es la idea. No quieren que sepamos la verdadera historia del pueblo chileno, que conozcamos experiencias históricas donde el pueblo ha estado a punto a vencer y cuando ha vencido, que aprendamos de los errores del pasado, que entendamos cuándo comenzamos a ser los dominados. ¿Por qué no? Para que jamás seamos libres.

La historia de la ‘independencia’ de Chile es una historia de hombres con poder en el sistema administrativo, adinerados, con títulos universitarios, altos mandos militares y grandes terratenientes, cuyo proyecto político era salirse de la dominación española no para liberar al pueblo, sino que para asegurar el poderío económico que habían comenzado a construir en el siglo anterior; es la historia de Toro y Zambrano, Carrera, O’Higgins, Rodríguez, Portales, etc. Es resumen, es una historia de la élite chilena, no del pueblo chileno. Cuando en los textos escolares se habla de que el pueblo convocó a un Cabildo Abierto -al que asistieron un poco más de trescientas personas- no se refieren al verdadero pueblo (o bajo pueblo), sino que a los que eran considerados ciudadanos; una minoría que, por lo menos, debía saber cómo leer y escribir. Pero, ¿qué pasaba con la inmensa mayoría (cientos de miles) que no sabía leer ni escribir? En esta historia de Chile no existen mujeres, campesinos, indígenas, mineros, bandidos, pescadores, pequeños comerciantes ni todo el mundo que acudía a las chinganas, como se les llamaba a las ramadas o fondas de ese tiempo.

Todos los años se nos enseña una historia que no nos pertenece, que no nos representa, que jamás ha sido nuestra historia, pues no somos la élite. A pesar de identificar el problema, la educación formal sigue siendo un mecanismo de dominación, ya que el mal está institucionalizado a través de varias formas: currículo escolar; prueba SIMCE, PSU, etc. Con esto, nos condenan a tener que memorizar una historia que no es nuestra, pues los ‘buenos’ resultados dependen de ello. Lo mismo pasa con un profesor que quiera enseñar nuestra verdadera historia; no puede, pues tiene exigencias curriculares que no admiten desvíos en los contenidos, porque de eso depende que el colegio se gane un par de bonos en su respectiva comuna por ‘excelencia académica’, encasillando los conocimientos del docente sólo a fechas, nombres, datos duros, estrujando constantemente su vocación hasta que el sistema educativo termina por aniquilar su gusto por la enseñanza, y como consecuencia, el gusto de los estudiantes por la historia.

Desde la década de los ’80 que se han producido muchos textos sobre la historia del mundo popular, de nosotros, el verdadero pueblo, pero ésta se ha quedado estancada en el mundo académico, en las bibliotecas universitarias, en un lenguaje hecho para las élites intelectuales (por ejemplo, la llamada Nueva Historia Social, cuyo exponente más conocido es Gabriel Salazar) y no ha llegado a donde pertenece: al pueblo chileno. Es por todos los motivos anteriores que tenemos mucho trabajo que hacer. Somos el pueblo de Chile, y como tal, debemos re-hacer nuestra propia historia, re-conocer cuál es nuestra identidad y re-orientar hacia dónde va dirigida (para eso existe la educación popular), para que no vuelvan a dominarnos, a contarnos una historia que jamás nos perteneció, y menos, que terminemos celebrándola, pues así jamás seremos verdaderamente libres.



(Seryho nos ha dejado su mail por si quieren debatir o simplemente contactarlo, es: seryho_1011@hotmail.com)


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