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Por Benjamín Infante. Concejero FECh Filosofía y Humanidades. |
El pleno de federación ha de ser el espacio
de síntesis política de los estudiantes que agrupa la FECh, debería ser la
instancia soberana donde se reúnan los diversos espacios a través de delegados
mandatados e intercambien las posiciones producidas en cada discusión local.
Pero en la realidad, el pleno fech este año se ha visto marcado por su
inoperancia y la poca capacidad de hacer valer las decisiones conjuntas. Esto
ha hecho que la relevancia política se desplace del pleno fech al Consejo de
Presidentes que no debiese ser más que una instancia de coordinación y
preparación de las pautas locales como federativas.
El
año pasado nos enseñó que no podemos hacer de la Educación un Derecho Social
efectivo sin amenazar las relaciones de dominación que hacen a los actuales
ricos, cada vez más ricos; ni tampoco podemos hacerlo sin extender estas
contradicciones a otras demandas populares. También nos enseñó a afrontar la
movilización con responsabilidad y madurez política, ya que, en movilizaciones
grandes, no son los dirigentes sino las bases las que marcan las pautas.
Asimismo nos enseñó a ser cautos, a comprender los procesos históricos en su
justa dimensión y Beyer fue ejemplo de que si bien logramos pasar a la ofensiva
al plantear un programa reivindicativo, la contrarrevolución neoliberal, el
avance programático de la clase dominante en materia educativa, no ha cesado
aún.
Para
nosotr@s, l@s libertari@s, el proceso comenzado el año pasado, no se ha
cerrado. En la medida en que nunca firmamos nuestra propia capitulación -como
se había hecho años anteriores- aceptando las propuestas del Gobierno
tendientes a acentuar su agenda educativa, nuestra propia agenda se mantuvo
incólume y esto afirmó la pertinencia de seguir volcándonos a la calle. En
definitiva, el piso sobre el que comenzamos este 2012 era cualitativa y
cuantitativamente mayor que el de cualquier año anterior.
II.
Qué ha pasado
La FECH tiende a
acoger a grupos políticos que no practican una vinculación efectiva con los
actores del movimiento social, hecho que refleja una perpetuación de
burocracias en búsqueda de tener control del poder. Así lo evidencia la escasa
vinculación existente entre las discusiones estudiantiles y las reflexiones que
se generan al interior de la sociedad en torno a las demandas vigentes por la
reconstrucción de la Educación Pública. En este sentido, al momento de definir
las posibles soluciones del conflicto actual, priman los intereses particulares
de los sectores a los cuales responden las dirigencias estudiantiles, por sobre
las necesidades de cambio que emanan de los actores sociales involucrados.
Esto
ha significado que un espectro importante del activo político estudiantil -la
llamada izquierda institucional- se concentre en la contención de la fuerza
acumulada el año pasado, persistiendo en mantener un conflicto de baja
intensidad para posicionarse de cara a las municipales y dirigir así la fuerza
social acumulada a espacios que no son los propios del movimiento que la
generó. Esta izquierda, por último, no ha aportado a superar la fase de
recomposición que naturalmente hay que dar luego de una movilización prolongada
como la del 2011, lejos de ello, ha aportado al estancamiento y dispersión
política de las fuerzas estudiantiles.
Por
otra parte, la izquierda de intención revolucionaria por su dispersión crónica
y su incapacidad de consensuar apuestas de largo alcance, no logra aportar
claridades que permitan orientar la conducción colectiva del proceso de lucha.
Hay
sectores -asociados al reformismo o izquierda tradicional- que entienden el
conflicto sólo desde su superficialidad caracterizando la misma como una
disputa del carácter del Estado subsidiario para convertirlo en otro garante y
desarrollista. Este sector que actualmente tiene la dirigencia del Confech, nos
retrotraen a un movimiento estudiantil reactivo, mera base para las disputas
dadas en las cúpulas de la institucionalidad burguesa. Por otra parte, hay
quienes -asociados a un leninismo ortoxo- caracterizan la movilización solo desde
la propiedad estatal o privada de la Educación, su discurso estatista, acusa
que el problema es el involucramiento del capital privado en Educación y afirma
la educación como instrumento reproductor. En contraposición a ambas posturas,
habemos quienes comprendemos la disputa por la Educación como un conflicto de
proyectos educativos, uno público y popular, enfrentado a otro dominante de
propiedad privada o estatal.
III. Qué hacemos?
En
este escenario, creo que es urgente responsabilizarnos todos de la movilización
nacional, instalando reivindicaciones transversales que nos permitan avanzar
concretamente en la unidad del campo popular. Y mediante el desate de la fuerza
social acumulada, frenar la agenda educativa del gobierno.
En
definitiva, bajo el entendido que la disputa es de proyecto y no tan sólo de
medidas paliativas, la victoria esta al
alcance de la lucha y se disputa en la calle. Tenemos la fuerza para ganar,
solo hay que desatarla.
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