Por William Tapia Chacana.
Estudiante pregrado Filosofia
de la Universidad de Chile
Escrito fechado el 22 de Septiembre del 2011
Han escuchado en algún momento decir a alguien: "éste es un hombre de principios"....Esto normalmente viene seguido de la frase: "él no deja nunca su mano a torcer". Lo interesante de ello es el valor que adjudicamos a las personas de ese estilo. Se dice que incluso son grandes líderes, pues mueven a otros para ser como ellos, hombres de convicciones "duras", incapaces de romperse ante nada ni nadie.¿Cuál será la explicación a este fenómeno? -quizá entendiendo que al nóumeno no se llegará jamás, es decir, a la explicación total, a aquello que "sea" en sí misma la cuestión- ¿Por qué se piensa que los hombres de convicciones y principios, que no dan su mano a torcer son deseables, ídolos de todas las edades, ejemplos a seguir?
Jamás he entendido que tiene "de bueno" el ser así. Pensemos en la democracia. Un hombre que no da su mano a torcer, que no deja que el resto le cambie sus convicciones o sus principios, es un hombre indeseable democráticamente. Una persona que jamás pensará en cambiar sus propias posiciones, jamás podrá cambiar su parecer. Quizá siempre piense que el resto no son tan inteligentes como él para ver la verdad, o quizá piense que el resto, aún con cierta verdad, no ven la totalidad del asunto.Ahora, también hay movimientos que se les tilda de tal. Casi como oleadas de una sola convicción que trasciende a todo sujeto que forma parte de él. Hombres todos unidos bajo una sola bandera, sin que se escape quizá una sola manifestación de individualidad o de pensamiento propio, a mor de parecer un insurgente que quiere romper con el devenir del propio movimiento, tal como "el curso de una corriente", así tal cual pensaba Arendt.
Desde el punto de vista democrático-clásica, donde se supone toda posición valiosa y del mismo valor, tal movimiento de una sola bandera y convicción es indeseable desde el punto de vista universal,...
El Blog de la CEFH
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viernes, 9 de diciembre de 2011
sábado, 3 de diciembre de 2011
BAJO LA EDUCACIÓN PÚBLICA, GRATUITA Y DE CALIDAD… EDUCACIÓN POPULAR

Por Esteban Miranda Chávez.
Estudiante Pregrado Historia
de la Universidad de Chile.
¿Qué quedará tras la movilización estudiantil? ¿En qué desembocará la efervescencia de todo un país que ha vuelto a mirar sin miedo a los de arriba? ¿En qué terminará la “democracia” de elegir entre lo malo, el mal menor? ¿Qué será de las tomas, los paros, los cacerolazos y las multitudinarias marchas? Aunque es imposible negar que sea cual sea el resultado de estas movilizaciones significará un paso más el rescate de las batallas que tantas veces nos dijeron estaban perdidas, cabe preguntarnos qué pasará después, ¿volveremos acaso al letargo en el cual estábamos sumergidos? ¿Nos conformaremos con cambiar así, grosso modo, las dinámicas de la educación? ¿Serán los caminos institucionales capaces de generar los espacios para la construcción de lo que, más allá de la consigna, soñamos?
Pues para quienes creemos en la necesidad de re-crear el mundo, las coyunturas no bastan, y, entendiendo que la batalla es de largo aliento, des-ordenamos el escenario actual, teniendo claro que más temprano que tarde –y luego de haber removido lo suficiente los cimientos del sistema actual- deberemos abrir paso a la organización de nuevas realidades. Y es que el cambio esencial se esconde más allá incluso de la tan bullada gratuidad o “calidad”, y trasciende la idea de petición, de exigencia… de súplica. El cambio –o al menos uno de ellos- pasa por la construcción de una educación realmente liberadora y al servicio de los intereses de todos y todas. Y en ese camino, la lucha de estos seis meses ha sido más que necesaria, pero no debe ser concluyente, no debe terminarse allí, pues el cambio último debe continuar construyéndose con las pequeñas y generalmente anónimas acciones que se tejen bajo y entre el alcance del poder autoritario y central (occidental y masculino), y que se encuentran bajo la consigna de una educación “pública, gratuita y de calidad”. Porque, justamente, en la lucha por la...
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