Por Benjamin Infante - IV° de Historia |
Cuando uno pregunta por la particularidad del movimiento estudiantil en Chile en el resto de nuestra latino América es difícil que no se le relacione con el nivel de inserción que el programa y la práctica libertaria han conseguido en el estudiantado como reflejo del pueblo chileno, esto no necesariamente gracias a la militancia explícita, sino gracias al sentido común libertario y profundamente anti estatal que tiene gran parte del activo político del estudiantado.
Nuestro pueblo ha comenzado recién a asomar cabeza luego de una época oscura que inauguró la dictadura militar y que la transición pactada reforzó, a dicho proceso llamamos: contrarrevolución neoliberal. Este proceso apuntó a consolidar una matriz productiva primario exportadora, un modelo político autoritario y un sistema social excluyente. Para ello, era menester desarticular las expresiones de pueblo organizado latentes y avanzar agigantadamente en el programa neoliberal dictado por las organizaciones imperialistas del gran capital. En lo que respecta a su proyecto educativo, éste se desmiembra en una agenda muy identificable por medio de la OCDE; el Plan Bolonia y el Proyecto Tunning.
Esta arremetida del bloque dominante utilizó dispositivos de control al interior de los movimientos sociales, y más allá de un análisis del rol que ha jugado la izquierda tradicional en el país[1], es cierto que los poderosos han conseguido más de una vez hacernos pasar ‘gato por liebre’ y disfrazar un avance del programa neoliberal como beneficiosa para el pueblo y así paliar las luchas de los de abajo (como el acuerdo Confech-Mineduc del 2005).
Es relevante lo anterior por que la particularidad del movimiento estudiantil reside justamente en que logró superar las trabas frente a las que cíclicamente se enfrentaba cualquier movimiento social en Chile, pudiendo consolidarse como un sujeto que dicta programa y que por lo tanto delinea estrategia. Efectivamente, puso una tranca al proyecto educativo de la contrarrevolución y construyó, luchando y discutiendo con el conjunto del pueblo, las primeras nociones de un proyecto educativo popular[2]. Es más, protagonizó un momento de ofensiva en este ciclo histórico donde la correlación de fuerzas nos es sencillamente desfavorable, refloto contradicciones evidentes que genera el modelo de desarrollo social neoliberal posibilitando la formación de nuevos sujetos sociales, que, como decíamos en un comienzo, recién están asomando cabeza.
En el bullado 2011 la masa estudiantil superó a las dirigencias del reformismo e impulsó un programa radicalmente anti neoliberal, dicho programa fue construido en instancias de base y donde la militancia libertaria jugó un rol preponderante. Este programa partía negando las concesiones que el reformismo daba a la concepción de la Educación como un bien privado y recogía reivindicaciones que venían gritándose desde el 82’ en las calles de Santiago.
Algunos podrán decir que el movimiento estudiantil es esencialmente reformista, o que por su composición policlasista necesariamente deviene en actitudes de colaboración de clase. Nosotros postulamos que la contradicción contenida en el espacio educativo en su relación con el modelo de desarrollo social propio de Chile, hacen del movimiento estudiantil un potencial elemento dinamizador del movimiento popular. Consecuentemente con las ataduras estructurales y el antojo que han determinado un particular patrón de acumulación de las clases poseedoras chilenas, la disputa de proyecto educativo es pre figurativa del modelo de Sociedad que pretendemos construir. Para nosotros la disputa por la Educación que queremos es a la vez una disputa por la Sociedad que anhelamos. La barrera del modelo es tan gruesa, el techo de su intransigencia tan bajo, que tenemos cielo suficiente para construir soberanamente el proyecto educativo popular.
No nos confundamos, cuando nos referimos a Proyecto Educativo no nos referimos a un molde exacto a reproducir una vez que derribemos el yugo de la explotación y la monopolización de la fuerza, tampoco nos referimos a un programa detallado de reivindicaciones en un esquema escalonado. Nos referimos a una multiplicidad de experiencias que van trazando una hoja de ruta que sirve tanto como herramienta pre figurativa como para articular la lucha concreta. Nos referimos al desarrollo de la conciencia de la necesidad de articular un movimiento estudiantil clasista. Que internalice el rol que ocupa la clase trabajadora en la historia. Que entienda que las luchas populares y especialmente las sindicales, son en Chile y de forma muy palpable, las mismas que el movimiento estudiantil. Que sienta que la lucha de su clase allana el camino para las conquistas más míseras en el plano educativo. Que practique la lucha fuerte, ya que sólo las gotas que se sudan dignamente podrán pesar sobre los intereses de los grupos de poder nacionales (comercial, financiero y extractivo) inmersos todos en el negocio educativo.
De aquí se desprende el desafío de sostener una viga sobre la cual ordenar los pasos en la necesaria proyección multisectorial del movimiento estudiantil. Actualmente el movimiento popular chileno tiene dos posibilidades para proyectarse políticamente más allá de su respectiva dimensión sectorial: la colaboración o la independencia de clase. Como es de suponer, la izquierda tradicional agita la primera alternativa junto con una seguidilla importante de oportunistas que bajo la excusa de ‘visibilizar programa’ o ‘no omitirse del debate público’ priorizan la acumulación para su proyecto político particular confundiendo sobre las tareas del momento a un pueblo en rearme orgánico e ideológico. Sobre el proyecto que conduce efectivamente a la consecución de victorias correspondientes a nuestras demandas.
Para nosotros, los estudiantes chilenos, ese proyecto es necesariamente digno y soberano. Es difícil y peligroso demostrar en una Asamblea que los mismos que fueron portadores del proyecto neoliberal y que tienen señaladas ganancias en el negocio educativo, serán ahora la respuesta a nuestras exigencias. Los más de 20 años de Gobierno concertacionista, y el ejercicio actual de la derecha, son prueba suficiente para explicar que el proyecto neoliberal es uno naturalizado por el Estado de Chile y que responde directamente a los grupos económicos dominantes.
Sabemos que a las demandas del pueblo no nos responderá gobierno alguno que no contenga suficiente colchón social para torcer los intereses del gran capital y posicionar una nueva –y ‘buena’- burguesía nacional. Sabemos bien que ese grupo de presión interno capaz de sostener reformas estructurales desde la ilusión de la soberanía estatal no existe. Está bastante claro que sólo el pueblo ayuda al pueblo, tal y como se evidenció en la coyuntura del terremoto del 27 de Febrero del 2010. La diversidad de ese pueblo y el grueso de la capa media está también bastante comprobada, por lo mismo debemos plantearnos como movimiento estudiantil preguntas y problemas atingentes a cada uno de los sujetos populares con el objeto de obtener una mayor y mejor relación. Esas preguntas y problemas han decantado en construcciones programáticas conjuntas, en instancias congresales y coordinadoras que se articulan en función de inquietudes desprendidas de necesidades similares, todas provenientes de una situación de subordinación demasiado apretada.
Nuestra alternativa estratégica no es nada de nueva si revisamos la historia reciente de Chile. Desde la toma de la población La Victoria (en 1957) cambia el ciclo político de reproducción capitalista bajo la estrategia única de la ‘toma del poder’. Por la difusión del esquema de estructura y superestructura del marxismo vulgar, se apostaba a la esfera política como si fuese efectivamente disputable. Fetichizando todas las prácticas políticas, cualquier superación sectorial de los populares, como una práctica estatista bajo el auspicio de los partidos políticos tradicionales de la izquierda. Hoy día, los sectores del movimiento estudiantil que se dicen ‘nuevos’ como Izquierda Autonoma, Revolución democráctica y Partido Igualdad no hacen sino reproducir la vieja fórmula fetichista de homologar lo político a lo estatal, refuerzan en definitiva al capital en el momento en que respaldan la privatización de lo político. Con más matices unos que otros, la estrategia ‘revolucionaria’ electoralista no hace sino trabar las posibilidades de la auto emancipación popular.
En definitiva, nosotros, los estudiantes chilenos sinceros que luchan y que no olvidan, primero nos entendemos más allá de nuestra condición estudiantil y estamos viviendo un proceso de politización muy importante que nos permite proyectarnos en lo popular. Y segundo, recuperamos aquella vieja apuesta de los populares, llamada ‘poder popular’, ya que estamos ciertos que sólo con la fuerza del pueblo organizado es como conseguiremos torcerle el brazo a los poderosos. Sabemos de sobra que la división de lo ‘político’ y lo ‘económico’ en Chile no es efectiva y que cualquiera que nos trate de convencer que se pueden disputar las demandas estudiantiles en el marco del juego ‘político-estatal’ es un oportunista. Nosotros somos políticos y el pueblo hace política, pero la hace en la cancha de la lucha de clases, no amparado en la ilusión burguesa de la democracia.
A construir Universidad desde y para el Pueblo, ni del Mercado, ni del Estado.
“Defendemos el proceso revolucionario como una acción cultural dialogada conjuntamente con el acceso al poder en el esfuerzo serio y profundo de concientización” Paulo Freire.
[1] A comienzos de la Democracia el PC jugó un rol protagónico en la rearticulación de la izquierda en su generalidad. Luego, y lo que es más importante, ahora está colaborando directamente al fortalecimiento del bloque en el poder (derecha y concertación + PC).
[2] Popular en su dimensión de clase y socializante.