El Blog de la CEFH

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sábado, 19 de noviembre de 2011

La democracia limitada

Lucas Miranda Baños.
Estudiante pregrado Filosofía de
la Universidad de Chile

-Artículo réplica a "Respuesta a la democracia que necesitamos" de Franscisco Díaz 
-Se hace alusión al texto original del autor "La democracia que necesitamos"

Pretendo hacerle una contrarréplica a Francisco por distintas razones.  Primero, porque sitúa la discusión en torno a la dicotomía entre democracia representativa y directa en un plano que no desarrollé por cuestiones de fondo y no por simple descuido. Segundo, porque en ese plano defiende afirmativamente una democracia representativa que subsume en última instancia a los movimientos sociales en la lógica de la política burguesa. Por último, una explicación de qué era lo que pretendía cuando detectaba en los conceptos de Nadine una “ascendencia liberal”.

En la línea de lo primero, debo decir que no pretendía considerar la democracia representativa en tanto que forma política del Estado chileno como una barrera a las demandas del movimiento estudiantil. Es, ciertamente, una barrera pero no la que interesaba destacar a la hora de posicionar la dicotomía entre democracia directa y representativa. Yo reivindiqué la democracia directa como forma de organización de un movimiento social en lucha contra los intereses estructurales del capital, en específico, en el ámbito de la educación; no buscaba, en ese momento, defenderla en tanto forma de organización de una sociedad particular; si esto último hubiese sido mi objetivo, venía al caso analizar la forma específica de la democracia representativa del Estado chileno. Reconozco que algunos de los ejemplos que di, como el de Atenas y el de la sociedad mercantil de Constant podían hacer entender lo segundo, no así los ejemplos de las distintas luchas desde la comuna de París hasta mayo del 68’. En todo caso, aun en los ejemplos “poco afortunados” me interesaba destacar el elemento dinámico-histórico de las luchas que convenían a ciertos tipos de democracia y de sujetos históricos y no el elemento tópico-sociológico que analiza las formas de democracia de sujetos sociales con características e interacciones fijas y no atravesadas por la lucha para transformar sus soociedades. Mi defensa de la democracia directa y crítica al concepto de ciudadano se centra en un movimiento social como el actual y no en la sociedad chilena como algo dado, por eso no venía al caso criticar la democracia representativa del Estado chileno y sí la de los organismos que componen el movimiento estudiantil. Francisco, para criticarme, lleva la discusión desde el plano dinámico de un movimiento social al tópico del Estado chileno.

No obstante, entrando en el plano tópico en que pone la discusión sobre las formas de democracia, tengo que replicar algunas cosas. Francisco cifra la imposibilidad de que “las demandas del pueblo puedan ser debidamente articuladas y luego en forma de ley aprobadas por el parlamento” en la forma de la democracia representativa específica de Chile y no en las democracias representativas burguesas en general. ¿En qué democracia occidental existe este “camino limpio” entre las demandas del pueblo y las leyes aprobadas en el parlamento? ¿Puede darse en una sociedad de clases una democracia reluciente y ciega a los intereses de las clases nacionales y el imperialismo internacional? No es posible responder aquí cabalmente a estas preguntas, sólo pensemos en el ejemplo que da Europa: modelo de países democráticos para los socialdemócratas del mundo que hoy en día sobrelleva una crisis económica del capitalismo mundial y las democracias representativas de algunos países con sistemas parlamentarios, voto proporcional  y representación de minorías se hallan en crisis política. En España “los indignados” (movimiento de base “ciudadana”) piden una “democracia real ya”, a unos políticos que “gobiernan para los banqueros”. En Alemania, donde con un 5% de votos cualquier grupo político obtiene escaños parlamentarios, se solicita algo parecido. Grecia es el caso más emblemático: un gobierno socialdemócrata que arrasa con las “conquistas del pueblo” agarrado de las faldas de Sarkozy y Merkel. En varias de estas democracias burguesas se dan las características que para Francisco serían la panacea de los problemas sociales chilenos y permitirían darle un nuevo contenido al “abstracto y desinflado “ciudadano” chileno”, sin embargo, en el contexto de la crisis actual sus “ciudadanos” no están contentos con su democracia. Francisco insiste en que bastaría superar las atrocidades de la democracia representativa “guzmaniana” para tener una “democracia de tipo ‘radical y virtuosa’ y no ‘protegida y viciada’, en donde el pueblo (los ciudadanos) lleva a cabo discusión política en la cual las mayorías pueden imponerse sin intervenciones instrumentalizadoras”. Debo decir que no sé en qué “mundo capitalista posible” hay indicios de que algo así se pueda dar.

Francisco apuesta (como vehículo para las demandas del movimiento estudiantil y otros requerimientos sociales) por un Estado con una democracia representativa en la cual, si bien hay representantes y parlamento, se den movimientos sociales que como “pueblo” pueden discutir e imponer cuestiones mediante mayorías. El problema central estaría en la forma de la democracia representativa chilena y no en las contradicciones sociales más profundas y la posición de Chile en el capitalismo mundial, a lo cual responde esta forma específica de democracia. Esta postura socialdemócrata (que -sólo por mencionarlo- forma el núcleo del proyecto político del PC) considera que para la magnitud social abarcada por un Estado con “antagonismos sociales, políticos, identitarios” conciliables y no en última instancia económicos y de clase, una democracia representativa óptima puede conciliar las diferencias, en el caso de  que logre desplazar a las minorías opresoras privilegiadas de la instrumentalización del Estado en general. Estamos frente a la “bella utopía” socialdemócrata en donde el verbo y el espíritu (y el voto) del “pueblo” o los “ciudadanos” se hace carne en el representante, quien hace de mediador en el Estado entre el anhelo de la sociedad actual y la gloria de la sociedad que se irá instaurando.

Respecto a la ascendencia liberal que detecto en los conceptos de Nadine, quisiera aclarar dos cosas. Primero, no lo hago para atribuir a Nadine una intención y adscripción subjetiva al liberalismo político, como si lo estuviera escondiendo y yo hiciera de delator. Me interesaba mostrar el plano, las posibilidades y los límites objetivos que “el ciudadano” y su ejercicio político representativo ofrecen. Para ello hago una esquemática genealogía recurriendo a un autor liberal que además de reivindicar a dicho sujeto social y político, hace él mismo una genealogía de las necesidades y el marco histórico en el que el ciudadano moderno y sus formas representativas se justifican. No quise decir que Nadine fuera una liberal encubierta, sólo intenté ilustrar las posibilidades y límites de “el ciudadano” como sujeto social y político y la democracia representativa mediante cierta genealogía histórica y conceptual a través del liberalismo de Constant.

En segundo lugar, precisamente porque el concepto y sujeto social “ciudadano” puede ser reivindicado –mutatis mutandis- por cierta subjetividad de izquierda no declaradamente liberal, resulta interesante mostrar su origen liberal y moderno. Me interesaba una caracterización dialéctica de un sujeto histórico y su concepto mediante la descripción de su límite (siguiendo el principio dialéctico de que “omnis determinatio est negatio”), el cual es a su vez histórico y delinea su devenir a través de negaciones y conservaciones de lo negado en otro elemento; así es como el concepto de ciudadano, originariamente burgués y liberal, incorpora internamente a su límite -a través de negaciones provenientes del movimiento obrero desde la segunda mitad del siglo XIX- una subjetividad de izquierda que conforma la socialdemocracia de ayer y de hoy en sus múltiples versiones. El sujeto político ciudadano-liberal tenía por sujeto social al capitalista, comerciante y pequeño-burgués que de lunes a viernes se preocupaba de sus negocios particulares, los sábados actualizaba sus lazos en el “club de caballeros” y los domingos comulgaba con su voto. Esta determinación exclusivamente burguesa del sujeto político ciudadano-liberal es lo que determinó a su vez el carácter específicamente censitario de la democracia representativa, justificada ideológicamente en que “sólo aquel que tiene cierto patrimonio dispone de la libertad material para votar”. El surgimiento del movimiento obrero y de masas posterior, junto con la socialdemocracia, niega la determinación exclusivamente burguesa de la categoría de ciudadano y amplia cuantitativamente el sujeto social de un sujeto político cualitativamente similar. Con esto se eleva la lucha de clases desde el plano puramente económico al plano de la política y la democracia representativa burguesa, lo cual en términos absolutos es una conquista de un espacio de lucha por parte de los oprimidos y explotados, pero en la medida en que la socialdemocracia establece como límite último y decisivo a la actividad política del proletariado el plano de la política burguesa, ciudadana, parlamentaria y representativa, la conquista se vuelve un beso de la muerte que constriñe las contradicciones en la lucha política a los límites de la sociedad capitalista.

Hoy en día los conceptos de “ciudadano” y de democracia representativa burguesa siguen incorporando “negaciones de izquierda” y su sujeto social es mucho más “plural”, activo y creativo que el de los liberales y el de la socialdemocracia clásica. El sujeto ciudadano y su concepto han tenido un desarrollo mediante negaciones internas ampliando su límite progresivamente, pero su origen y su posición demuestran en cada ocasión histórica de transformación social que su praxis no es capaz de superar las barreras del capitalismo. Mi intención al mostrar el origen burgués y liberal del concepto de ciudadano y de democracia representativa era señalar que por más que el ciudadano como sujeto político de la sociedad burguesa incorpore objetivamente a oprimidos y explotados revistiéndose de una subjetividad de izquierda, no puede superar la barrera del capitalismo debido a su nula injerencia e inserción en la estructura económica profunda del capitalismo y su función conciliadora de clase al propiciar una identificación y un compromiso con una comunidad política abstracta. En el caso concreto del movimiento estudiantil quería mostrar que en tanto movimiento ciudadano no ha podido ni siquiera agrietar esa barrera en el plano estructural de los intereses del capital en la educación chilena. Todo esto en el contexto de una crítica a Nadine y ahora a Francisco en su defensa del “ciudadano” y la democracia representativa como sujeto y forma de organización de un movimiento social con intención transformadora.
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jueves, 17 de noviembre de 2011

¿Cómo, educación de calidad? Señores, por favor, ¡sinceren las cosas!

Por Raúl Isaac Robles Chamorro.
Estudiante pregrado Filosofía
de la Universidad de Chile.

Si mal no entiendo, todo el dilema que en este momento nos perturba, es por la necesidad de una mejor educación; pero, en el proceso de discusión, con la consiguiente imposición de intereses propios, aplicación de dogmas, visiones generales del problema que se basan en egocentrismos, privilegio de los compromisos emocionales; como digo, todo esto nubla, sustituye, ensucia el “objeto puro” del debate, que básicamente está constituido por el concepto de calidad, el cual pasa a las sombras, se muestra una sola cara, y de este modo, la educación se ve reemplaza por ilusiones, se la permuta por “fantasmas”, “quimeras”, quedando un concepto parcial  de lo que es real y concretamente , posibilitando así que la memoria nos engañe con respecto a nuestro compromiso verdadero con ella ( además, hace mucho que no estudiamos, hemos “olvidado” lo que es y parece que por eso creemos que la calidad de estudiante es inherente solo a una matrícula).
     
Si consideramos que la educación posee un privilegio por su importancia en la vida del individuo y en la vida de un país, entonces, para ser consecuentes, debemos darle un trato que esté a la altura de su envergadura. Por esto, para restablecer la importancia que merece “la madre de todas las luchas”, esta debe ser abordada desde una perspectiva que permita una discusión de una índole tal, que nos posibilite acometer la trascendental tarea de hacer un cambio, para mejor, en la educación. Esta discusión deben consistir (y eso se dice) en un análisis profundo, que conlleva escudriñar en lo más recóndito, llegar a los fundamentos, y si es necesario, derrumbar los supuestos carentes de sentido y justificación, para así reconstruir el “edificio” desde cero, con nuevos cimientos, que permitan ir ascendiendo piso a piso con mucho menos suspicacia que al inicio con respecto a la validez de nuestras visiones sobre el asunto. Pero, si somos sinceros y si de verdad queremos llevar a cabo tal labor, si pretendemos emprender la empresa radical de reestablecer la salud de este enfermo que, al ser utilizado como cliché en discursos de muchos, se convierte en cadáver; entonces debemos tener presente que la educación no es un ente concreto, que sea independiente de quienes participan en su existencia. Somos varios sus progenitores, pero como metodología lógica, debemos partir por analizar nuestro aporte (o no aporte), nuestra injerencia en su desarrollo, y en definitiva, nuestra concreta relación con ella.
     
Lo nocivo de la hipocresía y de la ignorancia, a parte de la hipocresía en si y de la ignorancia en si, es no aceptar el que se es hipócrita y el no estar consciente de que se es ignorante. Los conmino a revelar sus verdaderas intenciones, saber el real por qué de la lucha, para poder ponderar el real estado de las cosas, y así, tomar decisiones con un auténtico conocimiento. Me gustaría saber si, como creo, la consigna de “educación de calidad” es sólo una presentación estética (y que por eso no se toma realmente en cuenta)  para algo menos estético (pero el verdadero motivo de todas las movilizaciones), como lo es lo monetario. Y para esto, o sea, para reconocer la verdadera relación que establecemos con la educación, primero debemos saber cuales son nuestros supuestos (ver si son prejuicios o si son ideas racionalmente justificadas), debemos estar conscientes de nuestras capacidades y nuestros limites, y de cual es el esfuerzo que colocamos en hacer de la educación algo de categoría. Todo esto nos permite evaluar cual es nuestro soporte, cual es nuestra “moral” para exigir calidad. Luego, si muchos de los que vociferan su sed de esa calidad, esto es, de maestros más calificados, de clases mejor preparadas, de mayor profundidad en los temas, de mayor exigencia en las asignaturas y sus evaluaciones ( porque para mi esto podría constituir la calidad que tanto se anhela y que debería bañar nuestra educación, entendiendo a esta última en si misma; aunque esto solo si esa es la calidad que se busca, ya que si no es así, solo me imagino que “calidad” tiene que ver con la infraestructura y con lo económico en general, y esto, no va al meollo del asunto, y es una concepción de educación de calidad superflua, o por lo menos secundaria), como digo, si los que desean mejor educación realizaran esa reflexión, esa introspección y se sinceraran consigo mismos, se darían cuenta de que no tienen derecho a reclamar una educación superior a la que han ayudado a fabricar. ¿Cómo exigir mejores profesores si ustedes, sujetos hábiles para protestar, no son capaces, en la actualidad, de ni siquiera ser estudiantes, y menos aún, de ser alumnos de calidad? ¿No les parece irrisorio ser pésimos pupilos y a la vez no querer que algo que depende de ustedes sea mediocre? ¿Acaso creen que los profesores no están calificados para realizar clases que sean dignas para sus mentes? ¿Acaso no sienten alivio cuando cierta asignatura posee un profesor flexible y permisivo, y en cambio, reclaman y sienten hostilidad cuando acontece lo contrario, es decir, cuando aparece un profesor exigente? Les respondo estas interrogantes: están en una tremenda contradicción, en un error, bajo el dominio de la irreflexión y bajo la tutela de la mencionada hipocresía. De verdad, no se de donde se consigue la gallardía para luchar por una educación de calidad y a la vez, en lo que respecta al aporte del alumno, no ser capaz de rendir con lo mínimo.
     
Ustedes legítimamente pueden afirmar “¿de donde saca este sujeto la idea de que no somos buenos alumnos?”, y yo les respondería: “de la experiencia”. Evidentemente no estoy diciendo que todos los alumnos o que todos los alumnos que están realmente movilizados no respondan y no hayan respondido a sus deberes como estudiantes, puesto que no creo en lo absoluto. Sin embargo, he estado presente cuando muchos dicen “solo necesito un 5 (o 4) para aprobar el ramo” “¡aprobé, a penas por una milésima, pero aprobé!” “no es necesario ir a esa clase, de hecho, nadie va a esa clase, pero igual es re fácil aprobarla”, “¡no es necesario ir a clases¡ ( porque me vasta con leer en mi casa, ya que sacarme notas que me permitan pasar es el objetivo de estudiar, ¡eso es estudiar!, y no importa el proceso de aprendizaje, el discutir en la sala de clases con los profesores y compañeros los temas)”, “no es necesario introducirse y entender realmente los temas de los ramos, si de todas formas, con una comprensión mínima puedo aprobar”. Y si de pruebas se trata, que más verídico que el hecho de que compañeros, en determinadas ocasiones, no entregan trabajos, no dan pruebas (no tienen justificación para no haberlas hecho), o dan la prueba pero no estudiaron, con la consiguiente mala nota, o ver como se tratan de posponer fechas de pruebas o trabajos que fueron dadas con  anticipación, con un tiempo prudente para realizar tales exigencias. Todo esto me habla de que nos falta avanzar a un nivel que nos proporcione la legitimidad para poder exigir excelencia. Debemos aprovechar lo que tenemos, para así, tener justificación al exigir más. Podemos considerar que nuestra actual educación es de lo peor, pero, para que la solicitud de calidad no sea una desfachatez, y si algo legitimo, debemos aprovechar al máximo lo que ya poseemos, debemos estrujar y sacarle el máximo de rendimiento a las clases y a los profesores, porque si no sucede eso, pasaremos a ser, y sin ningún derecho a reclamo, el objeto de burlas y de criticas de cualquiera que tenga la inteligencia mínima para ver que estamos siendo irracionales e inconsecuentes al pedir mejorías en lo educacional, pero no tener antecedentes que demuestren que somos dignos de esas mejoras.
     
Les pido que dejen de lado las ideas preconcebidas y comiencen a pensar de verdad, que piensen las situaciones, que las analicen como algo particular, porque eso es lo que son; ya que, por ser tales, o sea, por estar constituido por un conjunto único de características (que se dan en un contexto determinado, nunca equivalente a ningún suceso de su pasado), les es necesario esa nueva y verdadera reflexión; y no sigamos con la simple aplicación de categorías de pensamientos producto de tradiciones, pretendiendo que apliquen a cualquier hecho que se nos presente.
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martes, 15 de noviembre de 2011

La sociedad chilena del siglo XXI

Por Jose Patricio Chamorro Jara.
Estudiante pregrado Lengua y literatura
Hispánica de la Universidad de Chile.
Para nadie es novedad el plantearse el hecho concreto que vivimos en una sociedad de índole neoliberal, donde literalmente se alude a una nueva liberación, pero la pregunta que cabe realizarse es en qué consiste ésta. Frente a aquella interrogante, la respuesta es múltiple, desglosándose en el ámbito político (someramente esbozado), económico sobretodo, pues principalmente se centra en el libre cambio y tránsito de bienes y servicios, tanto a nivel país, como internacional. No obstante, aquello trae aparejado una serie de consecuencias, tales como una continúa privatización, un consumo incitado y provocado, que influye directamente en el factor social, entre muchos otros. Pero personalmente considero más transversal analizar este último, ya que es la sociedad la que se ve más afectada por este modelo.

            La sociedad, aquella comunidad de personas que posee raíces culturales, étnicas y territoriales en común, pero ¿ésta es sólo el conjunto de ellas o en este caso singular, el todo es más que la mera suma de las partes? En efecto, lo es, ya que si bien está constituida por individuos particulares y realidades diversas que en teoría, viven armónicamente, sin discriminación, de un modo pacífico y sin coartar la libertad del otro, fundamentos todos los cuales, sabemos que se encuentran diametralmente opuestos a la realidad de nuestro país; no se gesta de manera aislada, pues como sistema, posee el rasgo intrínseco de unidad de sus partes, donde si uno de sus elementos presenta un desperfecto, desencadenando una especie de efecto dominó, hará que todos los demás, ya sea directa o indirectamente se tambaleen como mínimo o se desplomen, ocasionando, por consiguiente, un estancamiento en el sistema.

            Es así, como se habrán percatado, nos enfrentamos a una constelación compleja de partes, donde la sociedad es lo que subyace, en tanto sistema, con sus segmentos respectivos, mencionados con antelación y, a su vez se manifiesta en diversos planos: económico, político, ideológico, entre otros. A continuación, retornando al nivel económico, éste en las últimas décadas se ha caracterizado por potenciar el desarrollo industrial de privados, relegando las empresas nacionales, hasta tal punto que hacia donde miremos, de norte a sur, nos veremos frente a ellas, pues gran parte de nuestra economía se ve repercutida por las decisiones de éstas, que por lo demás, se quedan con muchos de nuestros recursos económicos. Pero ése no es el problema principal, sino más bien las devastadoras y nefastas consecuencias que ello conlleva al medioambiente, puesto que para nadie es un tema tabú, tras el boom que provocó la problemática de Hidroaysén, que las empresas generan una contaminación tal que se convierte en el desencadenante fundamental de la sobreexplotación de recursos naturales, además de la muerte de flora y fauna en nuestro país. Respecto a lo anterior, no podemos soslayar la cantidad cada vez más abrumadora de especies autóctonas en peligro de extinción. Por otra parte, si bien concuerdo en que las industrias, casi de perogrullo son las que más destruyen los ambientes, nosotros como consumidores también poseemos nuestra cuota de culpabilidad.

            Y, evidentemente, nuestra cuota de culpabilidad, radica en el consumo irresponsable de bienes y servicios. Basta dirigirse al centro comercial más cercano (los comúnmente llamados “mall”), recorrer sus ajetreados espacios, tiendas, juegos de esparcimiento, los que en esencia no poseen una connotación negativa, sino que cuando se torna un exceso he ahí el problema y ¿qué creen que ha sucedido? Efectivamente nos hemos excedido, ya que cada vez más nos asemejamos a gringolandia, consumiendo como si el mundo se fuera a acabar, desde platos de comida rápida y los mil y un desechos de éstas, la tenencia exacerbada de bienes suntuarios, los que procederé a analizar en mayor profundidad.

            Cuando hablamos de bienes suntuarios, generalmente se hace alusión a aquellos que no son de primera necesidad y, por consiguiente, suelen obtenerse una vez satisfechas aquéllas más básicas, tales como la alimentación, salud, calor, vestimenta, lugar habitacional, entre otros. No obstante, la visión de aquéllos ha dado una vuelta de tuerca, pues ahora han llegado hasta tal punto, que, por ejemplo, se entienden prácticamente como primera prioridad los celulares, los que si bien en tanto medios de comunicación, se tornan necesarios, el hecho de poseer dos, tres, cuatro o incluso más por persona, al igual que computadores y una sarta de objetos más, de los que posteriormente nos libramos en determinadas ocasiones cuando han llegado a su obsolescencia o, en otras, simplemente cuando ha aparecido otro de mejor calidad. Pero lo que es aun peor y que está aparejado, es la contaminación que ellos generan, cuando preferimos botar, literalmente, al tacho de la basura, prendas de vestir en desuso, plásticos, vidrios y un centenar de etcéteras, que en vez de reciclarlos (situación trágica en Chile), simplemente esperamos a que llegue el camión de basura y que se los lleve lejos de nuestra vista. Lo que no quita que estén contaminando.

            Desde otra óptica, englobando este círculo vicioso, persiste lo que se ha venido a designar como obsolescencia programada, donde nosotros en tanto consumidores activos, no somos más que conejillos de indias, pues hay un entramado tal que ni siquiera nos percatamos que somos víctimas de él, por ello considero preciso relatarles de qué trata esta lamentable historia. Respecto a este tema, como de costumbre, reconozco que no soy un experto, pero sí quiero colaborar con la difusión crítica de aquello que nos afecta sobremanera, cuyo primer eslabón es la creación de objetos, cuya vida útil siempre es menor a la que debiese ser si sus fabricantes buscaran brindar un producto de calidad a sus usuarios o clientes, lo que dista en demasía de ser así. Un ejemplo clásico que suele emplearse es el de las ampolletas, -ante lo que si quieren indagar más, pueden recurrir a determinados reportajes, que han tratado en mayor extensión estas temáticas-, donde éstas en sus inicios tenían una duración que beneficiaba a muchos usuarios, pero que con el tiempo, pese al descubrimiento de otras de mayor duración, fueron descartadas, ya que no le convenía a los productores, puesto que eso implicaba una reducción en sus ganancias, debido a que los usuarios las renovarían de una forma más dilatada. Éste como se suele apuntar, es el primer caso que se conoce de la tal llamada obsolescencia programada, la que como habrán concluido, ocurre con gran parte de nuestros imperfectos artefactos electrodomésticos.

            Por otra parte, un segundo eslabón dentro de este viciado proceso, lo conforma la publicidad, la que se ha propalado desde sus cimientes, invadiendo cada vez más nuestros hogares, junto a sus pares mediáticos, tales como la televisión, Internet y periódicos, los que neutralmente hablando, no poseen una connotación negativa, pero cuando son manipulados, correspondiendo con una ideología preestablecida y, si a ello le sumamos un influjo hacia nuestros gustos e intereses, a través de técnicas persuasivas, cuyo afán radica en convertirnos en consumidores empedernidos, ahí se completa el ciclo para el cual estamos prácticamente acondicionados, similar a la visión que presentaba el libro “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley.
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martes, 8 de noviembre de 2011

Respuesta a 'La democracia que necesitamos'

Por Francisco Díaz González.
Estudiante pregrado Historia
de la Universidad de Chile.

EL ARTICULO ES UNA RÉPLICA A "LA DEMOCRACIA QUE NECESITAMOS"

Suponer que la democracia representativa sea uno de los impedimentos para hacer posible la consideración de las demandas del movimiento estudiantil, sin tomar en cuenta las características particulares de la democracia chilena tal como hoy la conocemos, es una forma imprecisa e incompleta de intentar detectar el verdadero problema con el cargamos como comunidad política. Por eso el artículo de Lucas no logra a cabalidad lo que se propone, pues desconoce nuestras condiciones institucionales, o bien conociéndolas, las cree irrelevantes.

La democracia chilena tiene tres particularidades que debieran ser consideradas antes de atacar su carácter representativo. La Constitución del 80’ se encargó de petrificar una democracia que no hace posible que sea la decisión de la mayoría la que prevalezca. Su imperfección, perversamente pensada, radica en la actual existencia de tres enclaves autoritarios: el sistema de elección binominal, los quórum contra mayoritarios para la aprobación de leyes y la existencia de un tribunal constitucional. El primero supone la incapacidad institucional de permitir la representación real y proporcional en el parlamento de todos los sectores políticos de la sociedad, y, en consecuencia, permite que la derecha obtenga los escaños necesarios para vetar, mediante el altísimo quórum de aprobación legal, la mayoría en el parlamento. Tal veto estaría luego reforzado por el tribunal constitucional, que compuesto por desconocidos abogados llamados a ser los guardianes de la Constitución, tienen la facultad de anular una ley aunque se hubiera aprobado por una (super)mayoría parlamentaria.

En ningún país donde existan instituciones de este tipo se vuelve probable que las demandas del pueblo puedan ser debidamente articuladas y luego en forma de ley aprobadas por sus representantes en el parlamento. Nuestra democracia está hecha, así lo declaró una y otra vez Guzmán, para que cualquier decisión que tome el parlamento sea una que deba contar con la aprobación de la derecha. En tales circunstancias cualquier democracia representativa es simplemente opresiva, pues un grupo minoritario decide por el pueblo. De ahí que hoy sea de sentido común apelar al ‘consenso’ como forma de decidir nuestro destino, pues para la aprobación de una ley la “izquierda” tiene que ‘negociar’ con la derecha. La mejor versión posible de la democracia, una de tipo radical, supone que sea efectivamente la mayoría la que decida como resultado de la contraposición de proyectos políticos en disputa. La democracia de los consensos no es una democracia propiamente tal, pues desconoce lo que supone una comunidad política (polis) donde personas conviven y polemizan (pólemos) sobre lo que creen correcto para su vida en común. En su interior, el criterio de lo político determinará la diferencia entre un nosotros y un ellos, diferencia que definirá la identidad de uno en relación al otro, y desde la condición conflictual inescapable de lo político, bien podremos actuar en democracia sin necesidad del advenimiento del estado radical de la guerra y del terror.

Precisamente por lo anterior es que a Lucas le parece que el concepto de ciudadanía ha devenido vacío, lo cual no deja de ser cierto. Sin embargo, bastaría partir por reparar estas atrocidades constitucionales, además de incluir al gran porcentaje de ciudadanos inactivos, para que el concepto de ciudadano adquiriera nuevamente sentido, y con ello potencialmente pueda disolver la disonancia cognitiva que se produce entre nuestras actuales formas de vida enajenadas y la promesa política de realización colectiva. Aquello que Lucas predica de ‘abstracto’ no es más que la declaración política de reconocernos como iguales, aunque aceptemos la evidencia de que no somos naturalmente iguales. Pero esta evidencia no se contradice con aquella declaración que reclama la igualdad de las posiciones en disputa, que sujetándose a la posibilidad de que se radicalicen, aceptan sin embargo el principio democrático, en función de su historia inevitablemente común, de coexistencia, la cual por la condición política de ambos vuelve necesario permitir que cada identidad política, y por tanto colectiva, pueda verse encarnada en su representante, al tiempo que los representados puedan reconocerse en el proyecto que encarna el representante por sentirlo el propio.

Contraponer a la democracia representativa, la directa, considerando a esta como la mejor forma en que una sociedad se puede organizar, es una forma de eludir aquellos factores que Nadine sí considera en su artículo y que Lucas desecha por ‘abstractos’. Detectar en el argumento de Nadine una ‘ascendencia liberal’, no logra ser un punto aclaratorio sobre algo que pueda aportar algo a la discusión. Lo mismo podríamos hacer con la argumentación de Lucas, y sostener que tiene una ‘ascendencia trotskista’. Sería una discusión fútil, entre otras cosas, porque podríamos cometer el injusto movimiento de achacarle a él todo cuanto propugna el trotskismo sin saber si acaso está de acuerdo en todo aquello. En el fondo sería una mera etiqueta que entorpecería nuestra discusión. De hecho, lo dicho en los párrafos anteriores, donde defiendo una concepción de democracia representativa que sin embargo no deviene consensual ni peticionista, hace que se desvanezca el ejercicio ‘genealógico’ de Lucas. En otras palabras, la defensa que hace Nadine de la democracia representativa no supone necesariamente defender el liberalismo que relata Lucas, ni mucho menos estar alineado a una de sus tantas versiones, como la propuesta por Constant.

Dado las condiciones que harían posible la democracia directa —mencionadas por Nadine en su artículo y que tomo por ciertas— entonces no veo imposible pensar en la coexistencia de esta con una de carácter representativa. Puesto que en contextos homogéneos de identidad no necesariamente política sí es posible practicar la democracia directa, correspondería entonces que pudiera ser aplicada en aquellos contextos donde se dieran tales condiciones, como probablemente se dan en los espacios locales donde la contraposición entre quienes mantienen una diferencia no alcanza a asumir una de tipo existencial. En cambio para la magnitud que alcanza el contexto de un Estado, en la forma como hoy lo conocemos, que en su seno contiene posiciones políticas antagónicas, surgidas desde una variedad de identidades, discursos e imaginarios sociales, y con pretensiones de poder y de apropiación constante de la identidad completa de la comunidad, entonces tiene sentido que sean los representantes quienes mejor encarnen el discurso que, para el caso de uno de izquierda, haga posible prevalecer la emancipación del pueblo en contra de la posición opresiva de una minoría protectora de sus privilegios.

La democracia representativa en su mejor versión institucional, sería aquella que no diera espacio a la instrumentalización de la instancia en la que por excelencia se da la discusión política de relevancia pública, y que no considerara al parlamento como mera plataforma procedimental para adelantar los intereses particulares de cada representante. Allí donde en una comunidad se haga probable que la decisión tomada sea la del pueblo, es decir, la de una mayoría real, entonces se sabrán dadas las condiciones para consagrar una democracia de tipo ‘radical y virtuosa’ y no ‘protegida y viciada’. Y si hoy los representantes de “izquierda” en el parlamento no encarnan ni ellos ni sus partidos las demandas del pueblo, el problema en ningún caso es de la representación política; el problema es de la izquierda que tenemos hoy. La derrota de los socialismos del siglo XX nos ha dejado en la descomposición absoluta, y los Estados cautivos de concepciones neoliberales han dado paso a la hegemonía de una derecha populista, y que en el caso chileno, para la estupefacción de todos, es al mismo tiempo neoliberal y conservadora.

Una de tantas lecciones que nos ha dejado el presente movimiento estudiantil, es que estando de acuerdo en gran parte con lo que queremos, no hemos logrado superar el entrampamiento político que supone estar entre el voluntarismo del movimiento social y la disposición tecnocrática de nuestros representantes. Y hoy la misma Universidad de Chile se halla en esta situación a propósito del comienzo del segundo semestre. El estado actual de la izquierda desmembrada y de nuestra falsa democracia, ha hecho urgente que como comunidad volvamos a constituirnos, porque es el pueblo encarnado en el representante el que debe decidir su voluntad, que es la ley.

Uno no puede sino celebrar los artículos que se han dado en este espacio. Repensar desde las humanidades lo político y la política es una de las tantas formas que tenemos de apropiarnos de nosotros mismos.
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Dos miradas acerca del movimiento estudiantil

Por Vicente Mellado.
Estudiante pregrado Historia
de la Universidad de Chile.

EL TEXTO HACE ALUSIÓN A LA POLÉMICA ORIGINADA POR "LA DEMOCRACIA DE LOS DIRIGENTES"

En esta columna queremos demostrar, que dicho intercambio epistolar corresponde a la exposición de dos miradas estratégicas distintas respecto al conflicto estudiantil.
                
Se pueden desprender tres objetivos políticos (de los que consideramos más relevantes) de la columna de Nadine: primero, aislar a ese sector amplio del movimiento estudiantil, denominado peyorativamente como “ultra”, afirmando que constituye una minoría política prácticamente inexistente a nivel nacional y que a lo más su existencia se reduciría a la organización política Las Armas de la Critica; segundo, reafirmar la estrategia y alternativa planteada por las direcciones del CONFECh, como la vía correcta a seguir para enfrentar al gobierno y obtener nuestras demandas; y tercero, una crítica ofensiva de corte epistemológico y político a categorías de análisis marxistas, argumentando que son ineficientes y muestran una profunda distorsión de la realidad.
                
Estamos frente a una genuina defensa de la estrategia política del sector conservador (moderado) del movimiento estudiantil en lucha, cuyas argumentaciones integran un paquete que combina recursos epistemológicos, ideológicos, estratégicos, y políticos.
                
Por esta razón, esta breve columna tiene por objetivo posicionar y mantener las banderas en alto de ese amplio (y contradictorio)  sector del movimiento estudiantil, que peyorativamente ha sido caracterizado por el gobierno pinochetista como “ultra”. Esperamos que esta nota agrade a los estudiantes de la facultad de Filosofía que se sienten relativamente identificados con ese amplio sector, por más diferencias políticas que existan en su interior, y que sirva para armarse en el debate y la lucha política que hay que seguir dando para vencer.

Responderemos a los tres objetivos de Nadine de la siguiente manera:
Como primer punto, Nadine realiza un diagnóstico estratégico general (recordemos que su nota fue publicada el 15 de octubre, sin embargo, su lógica y propuesta corresponde a su visión del desarrollo de la movilización nacional que lleva más de 5 meses), acerca de cuál es el mayor impacto político posible que puede tener la movilización estudiantil, para extraer lecciones que le permitan a la “ciudadanía” poder imponer sus demandas. Para la estudiante de pregrado, lo más que puede dar el movimiento estudiantil en estas movilizaciones históricas, es simplemente “imponer un tema a la ciudadanía pero no podemos imponer la solución”, ya que “no tenemos la fuerza para condicionar nada”. Más arriba, al inicio del texto, sostiene que “el movimiento estudiantil no tiene en sus posibilidades la de resolver el problema por el que protesta. Si así fuera, esto ya se habría terminado. (…) en la situación actual, no hay que entender la protesta sino como un proceso a largo plazo donde pagar costos tan altos ahora, como la pérdida de un año académico, no tiene sentido. Tal vez esté siendo pesimista, espero honestamente que así sea [negritas nuestras]. Estamos en presencia de un análisis derrotista y gradualista de cómo se están llevando las movilizaciones; que asume que desde un principio el movimiento estudiantil está destinado solamente a dar la siguiente lección al conjunto de los explotados y oprimidos de la sociedad: que únicamente podemos “imponer temas” (la crisis del sistema educativo) a la ciudadanía, nada más. La solución al respecto dependerá de factores externos, en este caso: el gobierno. En primer lugar, Nadine no confía en la fuerza del movimiento estudiantil para obtener un triunfo político, y así arrancarle un peldaño al régimen neoliberal pinochetista-concertacionista, y de esa manera mostrarle a los trabajadores y oprimidos de Chile la siguiente lección estratégica: si es posible vencer a los empresarios y a sus gobiernos. En segundo lugar, dichas afirmaciones, son parte de la típica argumentación de la centroizquierda más liberal, la que siempre busca “solucionar” problemas dentro de los marcos del régimen, ya que serán estos márgenes los que determinarán si vencemos o no: todo depende del “factor externo” (tampoco decimos que el triunfo dependa unilateralmente del otro lado: el factor interno). Por lo tanto, la fuerza del movimiento estudiantil, dependerá solamente de las garantías y espacios que permita el gobierno (factor externo), no de los espacios que el mismo dinamismo y radicalismo del movimiento estudiantil pueda ganar en la lucha, y que el gobierno se vea obligado a ceder.

Lo que no ve Nadine, es que si no se lucha para vencer, y así obtener conquistas materiales, aunque sean parciales, no tendremos ningún punto de apoyo desde donde poder seguir avanzando en nuestros objetivos políticos. Si no obtenemos un triunfo político y moral, el gobierno se fortalecerá (parcialmente).  De este modo, si seguimos el razonamiento estratégico de Nadine, que mantiene una posición derrotista y gradualista, estaremos condenados a que se perpetúe el estado actual de las cosas, y por consiguiente, estaremos a su vez condenados a solamente “imponer temas a la ciudadanía”. Podemos plantear dos ejemplos concretos al respecto, y que nos diferencia del análisis abstracto y liberal de la estudiante de Filosofía. Primero, cuando las direcciones del movimiento estudiantil accedieron a la mesa de diálogo tal como estaba planteada (en septiembre), el gobierno obtuvo un gran oxígeno, lo que se tradujo en su fortalecimiento relativo. Logró quedar como “dialogante”, y ese espacio lo aprovechó para aumentar la represión (18 y 19 de octubre). Desde el gobierno se iniciaron los desalojos masivos de colegios (de ese sector minoritario que plantea Nadine). Y segundo, el gobierno logró otro triunfo parcial, en complicidad con las direcciones estudiantiles, se logró desviar la discusión política al Parlamento empresarial. Espero que a dicha estudiante no le parezcan análisis “religiosos”, sino que, por el contrario, son concretos, a diferencia de las abstracciones de la centroizquierda y los anti-marxistas

Pero más abajo en su columna, sostiene una afirmación peor sobre la capacidad de deliberación política que puede tener el movimiento estudiantil: “las bases no tienen, por ser un movimiento masivo y heterogéneo, la posibilidad de legislar ni ejecutar nada. Así no funciona el mundo, por mucho que lo queramos con el alma.” Con esto queda más que  claro que el movimiento estudiantil, no tiene más capacidad de generar impacto político que imponer “temas” a la ciudadanía. Esto es negar la posibilidad y capacidad que tienen las “masas” de poder determinar su propio destino histórico y poder transformar sus condiciones materiales. Queríamos recordarle a la estudiante de filosofía, que el año 2006, en una galaxia no muy lejana a esta, los estudiantes en lucha constituyeron un organismo de auto-organización que logró unificar al conjunto del movimiento estudiantil secundario (precisamente lo que no existe hoy en día), cuyo nombre fue la Asamblea Nacional de Estudiantes Secundarios (ANES). Este organismo si logró unificar lo legislativo y lo ejecutivo en cientos de delegados de base mandatados por sus respectivos colegios, que estuvieron presentes en las asambleas de la ANES, y que si pudieron ejecutar unificadamente las acciones políticas a seguir adelante. ¿Cómo que las bases no pueden legislar y ejecutar a la vez? Los argumentos de Nadine, otra vez no tienen validez histórica concreta. Pero además, deja un elemento fuera, que no menciona en ninguna parte de su columna: que al interior de los movimientos sociales, se produce la lucha de partidos, de grupos y de colectivos políticos, que en distintos grados hegemonizan sectores reales y de masas. LAC es una de esas agrupaciones que lucha duramente en su interior para que el movimiento estudiantil pueda vencer. Y por eso estamos conformando junto con una gran cantidad de estudiantes, una agrupación de dicha juventud que quiere seguir saliendo a la calle. No luchamos por luchar.

En un segundo eje, Nadine denuncia a ese sector del cual yo soy parte, y lo reduce a una minoría. Considera que dicho sector minoritario, del cual “nadie tiene registro”, sería una minoría que quiere “dividir” al movimiento a partir de “maniobras políticas”, y que la vez constituirían “(…) Pésimas ideas (que afortunadamente han sido contenidas) como vetar las mesas directivas en la USACH y en la Universidad de Chile, cuando la unidad del movimiento “contra nuestro actual enemigo” debiese primar por sobre todo” [negritas son nuestras]. Además, a lo largo del texto denuncia en varias ocasiones a Las Armas de la Crítica de ser la única expresión concreta de ese sector minoritario. Al respecto, debemos sostener lo siguiente:

Primero, debemos aclarar que ese sector que Nadine quiere reducir a una minoría, que el gobierno denominó “la ultra”, constituye una amplia parte del movimiento estudiantil, que contiene desde dirigentes de federaciones estudiantiles que solamente plantean como piso mínimo educación gratuita (no la refundación del CONFECh), hasta estudiantes universitarios que solamente quisieron votar en contra del cierre del semestre. Si Nadine cree que 150 estudiantes que votaron en contra del cierre semestral (y 154 a favor de la cual ella fue una de las más activas de dicho bloque político), le parece una minoría, parece que estamos en presencia de una excelente distorsión de la realidad a favor de su sector, que no es abismalmente mayoritario frente a la supuesta “minoría”. La llamada “ultra” es más que eso, y si Nadine quiere “registros”, le mostramos que es un fenómeno a nivel nacional que se “registra” en los siguientes lugares: los liceos técnico-profesionales de todo el país, en municipales y subvencionados (basta con recorrer el sector sur de Santiago), en los emblemáticos (¿vio lo que ocurrió en el Liceo Lastarria?), en carreras de la U de Chile (como Química y farmacias que vetó la mesa directiva de la FECh, las carreras de Antumapu, Artes, etc), en la USACh (17 carreras votaron destituir a la mesa de federación), en decenas de universidades de regiones (UCN, UCT, UPLA, la UTA, etc), que mantienen las tomas, realizan retomas, los cortes de avenidas, que enfrentan a la policía en las marchas…todas acciones por fuera de los marcos del régimen que impone el gobierno. Ese sector no son unos cuantos estudiantes y no se reducen a LAC; son cientos de miles, como la estudiante de Teatro que alentó reevaluar la votación. Y respecto a LAC, si ha sido parte activa de la organización conjunta de esas acciones con cientos de esos estudiantes a nivel nacional. Queda más claro que nunca que Nadine lo que intenta, es invisibilizar a los sectores más combativos y radicalizados del movimiento estudiantil para privilegiar la posición política de su sector, utilizando como recurso político, denunciar que todas estas expresiones de lucha, no son más que actuación de una agrupación política. Hay que tener una anteojera muy grande para creer que así sea.

En segundo lugar, Nadine sinceró su posición política respecto a su acuerdo con las direcciones más conservadoras del CONFECh. Es una posición que sincera su acuerdo político (de manera implícita porque no los menciona en su texto) con la contención que las direcciones de las JJCC y de un sector simpatizante de la Concertación (Jackson) ha logrado hacer a ese sector que ella considera “minoritario”. Tan minoritario que 17 carreras de la USACh votaron destituir (por izquierda) a Ballesteros. Y tiene razón al plantear que lograron “contener” a ese sector; porque esa batalla se perdió, no así la votación de irse a toma, que el Presidente de la FEUSACh tuvo que aceptar a regañadientes. Esas “pésimas ideas” de democratizar la FEUSACh, y los organismos estudiantiles, para fortuna de Nadine, han logrado ser contenidas solo parcialmente, ya que en la UTA, se logró desplazar a las JJCC, e iniciar un proceso de democratización interna, donde se está avanzando a una federación que funcione bajo democracia directa: un triunfo de esa “minoría divisionista”, para poder avanzar en constituir organismos que estén a la altura de las circunstancias para vencer a la Derecha, su gobierno y los empresarios de la educación, donde también se encuentra la Concertación. Esas afirmaciones de que gracias a la “contención” de esa “minoría”, se mantiene la “unidad del movimiento”, es un argumento típico del liberalismo (que ya manifesté en mi nota anterior), que reduce y personifica la unidad de toda la movilización en las direcciones estudiantiles. Esa “unidad” es por la que lucha la JJCC, los Autonomistas y la Concertación: la unidad de que debemos centrar la salida al conflicto en los parlamentarios (empresariales), es decir, dentro de los marcos del régimen político que hoy día defiende la Derecha junto con la Concertación (¿Quién le hace el juego a la Derecha entonces?). Nosotros luchamos por la “unidad” del movimiento estudiantil en las calles (que es lo que el gobierno no quiere), impulsando unitariamente las tomas a nivel nacional. No existe explicación histórica alguna que valide el argumento de Nadine de que desplazando a las direcciones conciliadoras con el gobierno, el movimiento se caiga por sí mismo. Por el contrario, si existen amplias experiencias históricas que muestran como el cuestionamiento a un sector conservador de las direcciones, muestra la entrada de un nuevo sector que puede ocupar su lugar y dotar de un nuevo dinamismo e impulso a las movilizaciones en cuestión.

En tercer lugar, no existe una relación mecánicamente correspondiente entre un sector que expresa en la práctica una política  progresiva y una organización política que busque cuajar dichas expresiones en un programa. Eso significa no entender que el movimiento estudiantil es contradictorio e internamente diferenciado, como todos los sujetos colectivos que se movilizan en la sociedad capitalista.  

Para coronar su columna, Nadine recurre a un último recurso político: una crítica de corte epistemológico y estratégico a la utilización de categorías marxistas para entender la realidad. Con esto, intenta cumplir su último objetivo, desplazar al marxismo como método de análisis de la realidad social y política. Nos atrevemos a plantear de que en esta parte de su nota, el debate político adquirió ribetes más profundos, tomando un perfil mucho más “ideológico”. Con esto queremos decir, que las discusiones políticas o de estrategias, ocultan también un profundo debate epistemológico y filosófico, de cómo nos ubicamos para entender y comprender la realidad social humana. Me habría encantado escribir tres páginas acerca de esto, pero solamente ocuparemos unos párrafos.

Nos parece lamentable el tono pedante y burlesco para referirse a la definición que extraje de unos viejos marxistas rusos (Lenin y Trotski)  acerca de que entendemos por movimiento estudiantil. Si a Nadine no le parecía, habría agradecido enormemente una definición de su parte, para de este modo haber podido profundizar el debate en torno a las definiciones que utilizamos para entender las potencialidades y límites del movimiento estudiantil en este contexto político. En vista de que no definió que entiende por el movimiento estudiantil, solamente podemos reafirmar que si el gobierno ha impulsado políticas neoliberales en la educación, es con el único objetivo de profundizar la inversión capitalista en dicha área. Dichas contradicciones, propias del capitalismo, de tener que enriquecer a un sector empresarial a costa de extirpar un derecho social al conjunto de la sociedad, son las que han “resonado” en el movimiento estudiantil, y es por eso que estamos en lucha por la educación gratuita, única manera de frenar el negocio de los mercaderes de la educación. Me disculparan los lectores por el tono “religioso” de mi argumentación.

Respecto al planteamiento de lucha de clases, Fauré sostiene que: “ (…) no resiste ningún análisis para esto. Acá nadie lucha por la apropiación de los medios de producción, aunque ustedes u otros puedan leer eso de esto. Es el reclamo porque nuestra educación sea considerada como un derecho y no como una mercancía. Es un debate que se da entre el gobierno y la ciudadanía, no es la clase obrera contra la patronal. Nada se resolvería si todos adscribiéramos a esa lectura del conflicto.”

Lo anterior deja de manifiesto la concepción reduccionista y mecánica del concepto de lucha de clases, propio de una reflexión liberal. Los marxistas jamás hemos creído que la lucha de clases sea solamente entre obreros y patrones (si bien este constituye una de las máximas expresiones del conflicto social en la sociedad capitalista). Históricamente, dicho concepto lo han utilizado la mayoría de los marxistas para dar cuenta de la existencia de antagonismos sociales que motorizan procesos sociales de cambio, que motorizan la historia. Su expresión es la lucha de clases, la que adquiere diversos grados.

Nadine caricaturiza el concepto. Para nosotros si ha habido una expresión de lucha de clases en 5 meses, que si bien no ha sido la lucha de la clase trabajadora, si ha sido principalmente del movimiento estudiantil (capa social),  en contra de los empresarios educativos (una fracción de la “clase burguesa” chilena), no solamente contra el gobierno, que a su vez también es de clase. De esta manera, para negar la existencia de antagonismos sociales y de clase, Nadine utiliza el concepto de “ciudadanía”, que sirve en la práctica política, para anular y extirpar de la realidad la existencia de antagonismos sociales reales. El concepto “ciudadano”, en este caso, de corte liberal (Alexis de Toqueville, Benjamin Constant, Stuart Mill, etc) sirve para  igualar jurídicamente a todos los sujetos sociales antagónicos implicados en el conflicto. De este modo pasamos a ser lo que ella dice: simples “consumidores”, no estudiantes, profesores, y apoderados en lucha (que a su vez también son trabajadores) contra los empresarios educativos y su gobierno patronal. Lamentablemente, debemos reconocer que dicho concepto ha sido el que ha hegemonizado las movilizaciones, y no lo consideramos extraño, siendo que vivimos en uno de los países mas neoliberales del planeta, donde la hegemonía burguesa y sus definiciones conceptuales para ver la realidad se ramifican hasta por donde ni los lectores podrían imaginarse (el “somos todos clase media”, por dar un humilde ejemplo). Por desgracia, si bien Nadine participa de las movilizaciones estudiantiles, constituye una reproductora más (en otro plano) de dicha ideología burguesa.

Por último, si Nadine sostiene que el PTR busca en cada espacio local universitario (y también de trabajo) agudizar las contradicciones de la sociedad capitalista, está en lo cierto. Pero dicha lucha por la revolución, no se desliga en absoluto de luchar por un triunfo moral y político de los estudiantes, ya que si ganamos la educación gratuita, podremos avanzar en plantear nuevas demandas estructurales: salariales, laborales, de la salud, del conjunto del régimen, etc.; y así poder recuperar la perspectiva que nos arrancó la dictadura, la Derecha y la Concertación, y que tanto necesitamos: de creer en una sociedad más justa y sin desigualdades sociales. Sin capitalismo ni explotación ni miseria. Esa perspectiva histórica debe recuperar el movimiento estudiantil. 
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domingo, 6 de noviembre de 2011

Una opinión, de esas que se están hablando hasta en la micro.

Por Gabriela Arriagada Bruneau.
Estudiante Pregrado Filosofia
de la Universidad de Chile.

Es una situación tan compleja opinar sobre situaciones que todos vivimos de manera diferente y que tienen tantas perspectivas que es imposible abarcarlas completamente sin caer en el círculo vicioso de las perspectivas de las perspectivas de las perspectivas…

Sé que Derecho e Ingeniería están “compatibilizando” paro y movilizaciones con el cierre de semestre. Sé que parece una solución muy sensata para muchos (y me incluyo) pero muy insensata para tantos otros y con razones para serlo. Es complejo entender los dos extremos y el peor de todos los casos, el indeseado intermedio.

Leo y leo opiniones, escucho otras cuantas y no sé por cual luchar, por cuál alzar la voz. Es claro que lo que se ha puesto en la mesa con este masivo y potente efecto que ha logrado el movimiento estudiantil, es no solo un “ideal” sino un cimiento de progreso para el país. Pero teniendo eso en cuenta es difícil escuchar comentarios como: “No podemos eliminar el lucro, es algo que existe y es parte de la sociedad” o “Es fácil pedir educación gratuita para todos y no estudiar y perjudicar a otros con los paros” pero es que creo que el asunto va más allá, el que yo diga: “Sí yo quiero aspirar a que el lucro sea fiscalizado, que no exista y suprima el bien superior que significa la educación y que si quiero que quizás, no yo o la siguiente generación pero las que están por venir tengan la oportunidad de elegir, de surgir, de levantar a este país con todos y para todos”

Hay tantas divergencias rondando, muchos sentimos de inestabilidad y desorientación, preguntas como: ¿Qué pasa si no terminamos el año?, ¿Sigo en la universidad, me cambio?, ¿Vale la pena perder todo este tiempo?, ¿Se nos devolverá el dinero?, ¿Qué hago si no quiero perder mis becas?, ¿Cerraremos el semestre antes del 7 de octubre? etc, etc, etc. Y es que es una situación extremadamente compleja, claro que todo esto esta valiendo la pena, pero se quieren mantener garantías, que no se nos ponga un tapón en la boca y que no nos pasen a llevar como muchas veces antes, pero ¿es posible llegar a un intermedio?

Qué difícil es comentar este contingente tema con gente que está de un lado u el otro, cómo se podrá alguna vez llegar a transacciones si todos cierran sus oídos y dan rienda suelta a sus bocas incluso sin saber ya que están hablando. Qué fácil es menospreciar la labor de personas que trabajan día y noche por la causa, entender que estar en toma es más que una instancia de rebeldía y que si bien es mal entendida muchas veces, expresa mucho más que ciertas opiniones o más bien comentarios completamente desorientados provenientes de aquellos “representantes” de nuestra democracia, gracias a los cuales tantas veces me pregunto… quién asesora a estos tipos ¡Es que hablan tanta inconsecuencia!

En fin, muchos concordaremos en que es necesario no dejar de luchar hasta la recta final, que la causa es más que justa y más que necesaria, pero sería bueno considerar esas preguntas de tantos otros que a pesar de apoyar con firmeza lo que sucede temen por lo que sucederá con ellos, no hay respuestas claras, no hay planteamientos seguros y eso causa conmoción e inestabilidad, es difícil llegar a acuerdos pero que bueno sería llegar a acuerdos dentro de nuestra misma institución, ser claros y directos .
Y es que aunque muchos quieran llegar a soluciones, son más que a veces los que están “arriba” los que actúan sin mirar hacia abajo.
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El síndrome de Guerra Fría

Por Claudio Gutierrez Marfull.
Pregrado de Filosofía
 de la Universidad de Chile

Por todas partes observamos lo que se puede catalogar de un “síndrome”, esta especie de secuela que se mantiene después de un momento tenso. Este es el “síndrome de guerra fría”, que hoy no sólo se hace notar con más fuerza, sino que se ha propagado como una especie de pandemia, alejando a todos del pensamiento crítico que debería caracterizarnos. Si ya nos aburren las personas que creen que hay que sacar a los militares a la calle y las que creen todo volverá a ser como en el 70, a esto le sumamos que el movimiento estudiantil está más político que siempre. Una vez más aparecen personas que creen que politizar lo que es justo es lo correcto. Nadie es dueño de la igualdad, ni personas de izquierda ni personas de derecha. Toda petición de igualdad debería ser fuera de algún abanderamiento político, y más aún, ni siquiera debería cuestionarse.

Hace unos días surgieron dudas acerca de cerrar o no el primer semestre. Inmediatamente los que estaban en contra tildaron a los que estaban a favor de “inconscientes sociales” y “amarillos”. Pero ¿a qué se refiere esto? ¿Acaso uno tiene que militar en el partido comunista para ser socialmente comprometido, o debe militar en la UDI para ser un “capitalista vende patria”? Esta es la muestra indeleble de que se perdió la capacidad crítica en los asuntos sociales. No es necesario abanderarse para estar comprometido. Desgraciadamente aun hay personas que creen que si no mantienes la úlcera de preocupación que has creado en los últimos meses, dejarás de estar al tanto.

Quizás poco se entienda al respecto. Aún hay personas que increíblemente creen que no todos tienen que estudiar con la misma calidad en este país, que igualdad significa que los ricos le paguen la educación a los pobres, que el movimiento estudiantil lo hacen flojos que no quieren volver a clases, que quieren todo gratis y que sólo les gusta romper la Alameda; que prácticamente la lucha se hace si la piedra que tiraste le llegó a un carabinero o no. Estos son los afiebrados, preocupados de llevar una vez más el movimiento a la política partidista, sea del partido que sea.

Entonces surgen dudas. ¿Qué debemos hacer para que exista una verdadera solución? Ahora me di cuenta, que la única forma es partiendo por casa. Introducir en la conciencia de la gente que la educación es un derecho, que debe ser igualitario y de calidad. No es necesario ser de algún partido para comprenderlo, pero si es necesario eliminar la ceguera que significa militar abanderado en uno para hacerlo. Por todos lados aparecen señoras asustadas, gritando de terror, clamando por el estado de sitio; al igual que personas dispuestas a eliminar al estado, creyendo que la igualdad de elección será para elegir una cosa en común.


Estoy más que convencido, de que si todos se vuelcan a reflexionar, a ser críticos con lo que piden y con lo que se hace, esto no habría durado más de un mes. Desgraciadamente ninguna persona desea cuestionar su pensamiento
. Desgraciadamente el poder es lo que mueve en la política, y al parecer nadie está dispuesto a velar por los intereses de los demás que por los intereses propios
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