El Blog de la CEFH

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jueves, 27 de octubre de 2011

La democracia que necesitamos

Por Lucas Miranda.
Estudiante pregrado 
Filosofía
El texto hace alusión a "La democracia de los dirigentes" de Nadine Faure

Este texto no es una réplica directa ni completa a ninguno de los textos que han surgido en el debate en torno a la democracia directa, pero tiene que ver con ellos y replicaré, sobre todo, las reflexiones de Nadine Faure. De manera acotada y esquemática, me propongo los siguientes objetivos: demostrar el ascendiente liberal de la argumentación de Nadine, de la opinión pública y  de las dirigencias moderadas en torno al concepto de ciudadano y representación; sacar la dicotomía entre democracia directa y representativa de una caracterización abstracta y ponerla en relación con las necesidades históricas y los objetivos políticos que han informado ambas formas organizativas; hacer una lectura del estancamiento actual del movimiento estudiantil por un agotamiento de las posibilidades de los sujetos sociales que lo impulsan (estudiantes y ciudadanos), planteando la necesidad de alianza con los trabajadores como sujeto capaz de presión estructural; señalar que históricamente la democracia directa ofrece las posibilidades de esa alianza en clave combativa y no peticionista-consensual; defender las categorías marxistas de la acusación de “religiosas”.

El argumento principal de “La democracia de los dirigentes” es que la estructura de la democracia directa en nuestra facultad expresa una paradoja, ya que el sujeto social que participa en ella no tiene ningún vínculo identitario (a diferencia de juntas de vecinos u otros organismos) por lo que es un espacio que privilegia la individualidad antes que la voluntad común, a diferencia de la democracia representativa en la figura del representante. La paradoja estriba, según Nadine, en que actuamos como si existiera tal vínculo, diciendo que los que participan de la discusión y de la actividad política constante en ese espacio tienen mayor autoridad que los que van a la asamblea con intereses coyunturales e individuales. Esta actitud es para Nadine una transgresión a la estructura individualista de la democracia directa y se ha hecho presente en la discusión y votación respecto al cierre de semestre.
Ya no cabe discutir aquí sobre el cierre de semestre, pero sí sobre la naturaleza y las posibilidades de la democracia directa frente a la representativa en la coyuntura actual de estancamiento del movimiento estudiantil. Me gustaría tratar sobre el tema del vínculo que hay y/o debería haber en un grupo social que se estructura a base de democracia directa en vista de los objetivos políticos que cabe formular en esa forma de organización.
Hasta ahora la mayoría de las sociedades o grupos que se han articulados bajo democracia directa han tenido sujetos heterogéneos dentro de cierta homogeneidad: heterogeneidad económica y social en Atenas, heterogeneidad política y gremial en la comuna de París, los soviets rusos, los consejos de fábrica italianos y los cordones industriales chilenos entre otros. 

Por su parte, las democracias representativas occidentales suelen tener sujetos muchísimos más heterogéneos y antagónicos que aquellos que conforman las democracias directas, sujetos opuestos en la sociedad civil (en la división social del trabajo, en el intercambio, en las diferencias socioterritoriales, educacionales, etc.) y sin embargo, entre las infinitas diferencias que tienen en diversos ámbitos, en el ámbito político reciben el título jurídicamente igualitario de ciudadanos, lo cual consiste principalmente en “ser poseedor del derecho de delegar su poder político en representantes y en poder ser representante”. No es casual recordar esto último, ya que se suele indicar como sujeto social de estas movilizaciones al ciudadano, y la forma de democracia que este sujeto abstracto -surgido en la modernidad y muy distinto al polités griego o al comunard parisino-, se ha atribuido a raíz de necesidades históricas concretas, puede echarnos alguna luz sobre las posibilidades de unas movilizaciones cuyo sujeto se reivindica “ciudadano”. Nadine hace mención de este sujeto individualista en la sociedad civil y consensual en la esfera política cuando afirma al pasar: “Tal es mi concepción que, de hecho, ni siquiera me atrevería a afirmar que hay algo así como la voluntad común unificada antes de que haya representación; y no hablo acá sólo de representantes como los conocemos, sino también al hecho que si cada cual votara como el ciudadano que representa, es decir, votara en su calidad de ciudadano y no motivado por sus propios intereses individuales, más fácil sería llegar a consenso en pos de la comunidad. Creo firmemente que el proyecto común no surge de la mera expresión de singularidades.”

Ahora bien, ¿bajo qué necesidades históricas surge este discurso sobre el ciudadano moderno y la democracia representativa como la principal forma de ejercicio de su poder político? Nace en el seno del liberalismo político y sobre todo en el que tiene lugar después de la revolución francesa y americana, por lo cual, resulta atingente observar lo que un propio liberal dice respecto a las necesidades históricas y sociales que justifican una democracia representativa frente a una directa en la modernidad. Benjamin Constant en su Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos argumenta que los antiguos tenían un concepto de libertad cuyo contenido era un ejercicio colectivo y directo de varios aspectos relacionados con la soberanía, sobre todo las decisiones relacionadas con la paz y la guerra. En cambio los modernos tienen la necesidad de una libertad enfocada en el plano individual: la propiedad, el comercio, la libre asociación, etc., ejerciendo efectivamente muy poco poder político colectivo en comparación con los antiguos. Lo interesante para nuestra discusión es que Constant no se queda en la comparación de las distintas libertades y democracias, sino que va a las causas materiales de dicha distinción: la pequeña extensión de las ciudades de la antigüedad las obligaba a ser belicosas y esta belicosidad requería la continua participación y deliberación política del polités, junto con un gran compromiso. Por su parte, la mayor extensión de los estados modernos y el desarrollo del comercio hace de la guerra algo más costoso que los beneficios que puede traer el comercio y vuelve necesario, por ende, una organización política y social que asegure las condiciones aptas para el desarrollo comercial: garantización de libertades individuales, propiedad privada, poca intromisión del Estado en los asuntos individuales y de los individuos en los asuntos estatales; sólo de vez en cuando y de manera indirecta, el individuo ocupado en el comercio ejerce en tanto ciudadano su poder político externalizando representativamente las tareas colectivas. El continuo negocio del comercio no permite un continuo ejercicio de la soberanía política, como sí lo permitía y lo requería el periódico ejercicio de la guerra en la  antigüedad.

Lo importante aquí es que según un liberal, el cual reivindica al ciudadano moderno como ocasional y “delegante” sujeto político, la distinción entre los distintos tipos de democracia tiene una base material, ya que según Constant “la guerra y el comercio no son sino dos medios diferentes de alcanzar la misma finalidad: el de poseer lo que se desea. El comercio no es sino un homenaje ofrecido a la fuerza del poseedor por el aspirante a la posesión. Es una tentativa para obtener paso a paso lo que no espera más que conquistar por la violencia.” La douce commerce surge como un medio más suave e imperceptible de obtener lo que se desea del otro. Por su parte, Marx reconoce también a las guerras como una forma o una necesidad periódica en las relaciones de intercambio, pero agrega que la estructura de éstas está condicionada por las relaciones de producción en donde unos disponen de capital que valorizan comprando fuerza de trabajo y otros disponen sólo de su fuerza de trabajo para intercambiar. Estas distinciones que dan orígenes a clases sociales y que a Nadine podrían parecerle un tanto “religiosas” no hay que olvidarlas en el conflicto actual, el cual es una expresión mediata (y no inmediata como unilateralmente lo entiende Nadine) de la lucha de estas clases: “de una parte” estamos los estudiantes como sujeto social heterogéneo, los cuales seremos futuros “trabajadores educados” (sí, incluso los que estudiamos en Filosofía y Humanidades seremos trabajadores) y luchamos, puesto que la  educación es un bien social que sólo en la medida en que valoriza nuestra fuerza de trabajo permite un cambio en la correlación de fuerzas (o permite “movilidad social”, para decirlo en términos menos “religiosos”); “de otra parte”, están los capitalistas financieros y de la educación, los cuales son dueños del capital que transforman en formación y que nos venden como futuros trabajadores. 

Por lo tanto, se observa que el “comercio” desigual que ha habido hasta ahora entre estudiantes (futuros trabajadores), nuestras familias y los capitalistas financieros y de la educación, y la “guerra” social que hoy en día han generado las desigualdades tensionadas por este “comercio”, son una expresión no inmediata de la lucha de clases. Tengo claro que mostrar el conflicto estudiantil como una expresión de la lucha de clases requiere análisis mucho más finos; no obstante, el que Nadine deseche esto en tres líneas con escasa y tendenciosa argumentación, justificaba una pequeña defensa.
Nadine habla de hacer política en tanto el “ciudadano” que cada uno representa; las dirigencias moderadas y la opinión pública tildan a estas movilizaciones de “ciudadanas” y hasta ahora su estrategia ha sido conquistar a la “ciudadanía” mediante besatones y bailes para cuestionar y exigirle al gobierno en clave “peticionista” las reformas estructurales que afectan el poderío de la clase capitalista que defienden, teniendo como apoyo a este sujeto social abstracto (sujeto que aparte de tener como concepto un origen liberal y ser hegemónico en la opinión pública, es reivindicado teóricamente por el Autonomismo, el PC, la concertación e intelectuales de izquierda). Pues bien, lo hemos logrado: tenemos casi un 90% de la ciudadanía de nuestro lado, (es notable que esta categoría sea tan vacía que se pueda medir cuantitativamente su poderío) ¿ha el gobierno, por esto, entregado el poder económico y social de los capitalistas de la educación? ¿Muestra señas de querer hacerlo ante los mismos mecanismos de presión que hemos desarrollado hasta ahora? ¿El estancamiento se debe a un problema intrínseco de los sujetos sociales que llevan estas movilizaciones o se trata de un problema de limitación de nuestras posibilidades como “ciudadanos” y estudiantes?

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el concepto de ciudadanía, las referencias a la historia y al liberalismo y la defensa de categorías marxistas con el debate sobre democracia directa? Intento mostrar que la democracia directa es una forma de organización que le ha convenido a ciertos sujetos sociales para luchas o sociedades específicas. Las circunstancias históricas y las necesidades políticas y económicas sobre las que ha surgido la dicotomía “democracia directa / democracia representativa”, son los criterios fundamentales para criticar una y defender otra en el contexto actual, y no la distinción abstracta y superficial entre una que privilegia la individualidad y otra la comunidad en la figura del representante. Hoy en día necesitamos hacer más política y menos peticiones; para lo primero la historia es maestra, para lo segundo la prensa y la opinión pública “ciudadana”. Atenas fue un pueblo con necesidades belicosas; Suiza, según Maquiavelo, construyó su poderío frente a los fragmentados estados italianos al tener milicia popular en lugar de ejércitos mercenarios; la comuna de Paris desarrolló formas de democracia obrera (directa) en el contexto de una guerra civil contra su burguesía; los soviets, los consejos de fábrica del biennio rosso y los cordones industriales chilenos hicieron algo parecido; aun más cercano a nuestra experiencia: en mayo del 68’ fueron necesarios tan sólo poco más de dos meses para desestabilizar al gobierno, puesto que los trabajadores se sumaron con huelgas y entre trabajadores y estudiantes se dieron formas de democracia directa que cuestionaban las directivas burocráticas del partido comunista y de los sindicatos tradicionales. Hoy en Chile llevamos más de cinco meses de movilizaciones y no hemos logrado arrinconar al gobierno; tenemos mucha “creatividad”, apoyo ciudadano y “líderes carismáticos”, pero poca democracia directa y alianza con los trabajadores. La diferencia entre las formas organizativas, los sujetos sociales y la capacidad de derrotar al enemigo en uno y otro caso no es casual.

Concuerdo con Nadine en que nosotros no tenemos el poder para resolver el problema a nuestro favor. Los estudiantes hemos hecho pasar el conflicto de un plano latente a uno manifiesto y presionamos movilizándonos dentro de nuestras posibilidades; la ciudadanía apoya de manera abstracta mediante el escaso poder que tiene en tanto ciudadano: negar un futuro voto. Pero de ahí a concluir que la “resolución externa” del conflicto vendrá del hastío o la recapacitación del gobierno y de los políticos burgueses que defienden a los capitalistas de la educación, hay ingenuidad, pasividad y espacio para el pesimismo. Creo que hace falta un apoyo externo a los estudiantes y ciudadanos para imponer cabalmente sus objetivos, pero eso “externo” que debemos “internalizar” activamente al movimiento y no esperar pasivamente “desde afuera”, no es una concesión o un consenso de parte de nuestro antagonista, sino una capacidad de presión por parte de un aliado. Hace falta que entre en escena un sujeto social que puede amenazar el poder económico de los capitalistas chilenos y no sólo su poder político-gubernamental: los trabajadores. El llamado a los trabajadores desde la CUT y el Colegio de Profesores (organizados burocrática y representativamente) no ha sido efectivo, puesto que el movimiento estudiantil no ha estado por construir desde abajo y con democracia directa una alianza combativa con los trabajadores, sino por encantar a la ciudadanía abstracta a través de la prensa. Hemos visto que la democracia directa ha ofrecido históricamente las herramientas para que sujetos sociales con capacidad de presión (trabajadores y estudiantes el 68’) se articulen combativamente y puedan cambiar la correlación de fuerzas. Hoy ha hecho falta esto en el movimiento y se encuentra estancado por los débiles sujetos sociales que le piden al gobierno sin presionarlo efectivamente en su poderío económico. Es necesario, por ende, expandir la forma organizativa que se ha mostrado históricamente más capaz de articular un sujeto combativo y con verdadera capacidad de presión, debemos extender la democracia directa entre universitarios y secundarios para forjar la alianza desde abajo con los trabajadores, de manera de arrinconar estructuralmente a las clases que son dueñas de los derechos sociales en Chile. La ciudadanía con sus formas de democracia representativa, pasiva y obediente a las necesidades del suave comercio, estructuradas en torno al Estado y sus poderes, los sindicatos reaccionarios y las burocracias estudiantiles, está demostrando hoy en la práctica (y ojalá me esté equivocando) que como sujeto social y político es tan sólo capaz de ocasionar una derrota política parcial a los gobernantes de turno que tal vez se reflejará en las próximas elecciones.

Por lo antedicho es que creo que la dicotomía entre “democracia directa / democracia representativa” no puede ser caracterizada como una entre “democracia que privilegia la individualidad / democracia que efectúa un vínculo comunitario”. La contraposición relevante estriba en que la democracia directa permite construir una alianza combativa y desde abajo con los trabajadores para crear el poder social capaz de presionar efectivamente a los capitalistas de la educación que los políticos burgueses representan; mientras que la democracia representativa reproduce en un movimiento social la escisión entre la “sociedad civil” (concepto emergente y no último) y la capacidad de ejercicio político, reproduciendo a su vez las contradicciones y limitaciones que el “dulce comercio” suaviza.
Para terminar, me gustaría denunciar cierta “religiosidad” criticable que anida en el sentido común del movimiento, a raíz del uso de esta calificación por parte de Nadine sobre ciertas categorías marxistas. Existe una verdadera “religiosidad” en el movimiento (la cuál es análoga a la que el joven Hegel criticaba) en la medida en que predomina una receptividad de las categorías y posibilidades de acción que la opinión pública y los dirigentes transmiten; posibilidades que desde cierta pasividad y atrincheramiento se han desplegado en dos direcciones: coquetear con la “ciudadanía”, y patalearle al gobierno emplazándolo con la dudosa arma de la “inmensa mayoría ciudadana”. Se ha puesto una enorme expectativa en “danzas de la lluvia por la educación” esperando que con estos métodos los ciudadanos caigan a nuestros pies y el gobierno lance a regañadientes el pedazo de carne desde arriba de la mesa. Esa esperanzada actividad que mezcla “creatividad ciudadana” y ladridos, la cual ha sido propiciada por los dirigentes y los sectores moderados, hoy empieza a agotarse y a raíz de esto el optimismo de los moderados se transforma en pesimismo. Ambas actitudes se fundan en la religiosa creencia de que era posible convencer al gobierno como aquello que desde una exterioridad no amenazada en su base, iba a escuchar el carnaval, la súplica o el ladrido de esa “inmensa mayoría ciudadana” y externa. No quiero decir que estas formas no hayan servido de nada, pero hoy muestran su límite, y las expectativas que algunos depositaban en ellas demuestran su carácter “religioso”.

Al principio dije que este texto no iba a ser una réplica directa ni completa a los textos de Nadine, y no lo ha sido. Me he dedicado a criticar el “espíritu” de estos textos que deslizan una crítica latente y en clave liberal a la democracia directa y aceptan el concepto de ‘ciudadano’. He argumentado por qué la crítica a la democracia directa es nefasta en un contexto en el que la ampliación de la lucha requiere de ella, y cómo en conjunto con ella el concepto de ‘ciudadano’ y ‘movimiento ciudadano’ manifiestan en la práctica su inadecuación para nuestra lucha. Espero que el debate continúe.
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lunes, 24 de octubre de 2011

Para morder al poder, hay que alimentar a la jauría

Por Benjamín Infante. Estudiante pregrado Historia.

Este último tiempo hemos visto cómo se ha logrado nuclear nuevamente parte del activo social y político de FyH para planificar una serie de actividades en pos de fortalecer nuestro espacio de base. Así también hemos presenciado la constancia del trabajo honesto de varios compañeros anónimos que se han preocupado de manera excepcional de nuestras plataformas de comunicación. También se reconoce la tenacidad con que compañeros han asumido difíciles cargos de la CEFH transformando la movilización una verdadera escuela de lucha. No obstante todo lo avanzado, es insoslayable que los estudiantes de FyH venimos saliendo de una crisis que si bien responde a las naturales fricciones creadas en medio de la movilización más grande de hace 25 años, evidenció elementos patógenos que explican la tensión vivida en la Asamblea General donde se decidió Cierre de Semestre como un perfecto síntoma de una enfermedad conscientemente auto inducida.

Generalmente los procesos de toma de decisión política dentro de la CEFH han estado marcados por todo menos por su capacidad de mantener una cohesión del estudiantado de FyH. Las propuestas de las fuerzas políticas no pueden hacer más que tironear forzosamente un espacio agónico que por ahora carece de programa y conducción ejercida desde las bases.
               
Acostumbrados a la política dirigencial, en nuestra Facultad se ha fomentado una Cultura Política Estética. La mayoría de quienes inciden políticamente en el espacio no tienen consideración con el resto del estudiantado. Sus posturas, motivadas más que nada por preceptos ideológicos antes que por análisis concreto de la realidad -y las posibilidades ciertas de subvertirla-, se han hecho valer en base a la lógica de la demagogia y de la denuncia infundada. Han privilegiado el fortalecimiento de las orgánicas específicas antes que las instancias de resolución de base, que a fin de cuentas, son las que constituyen los gérmenes del Poder Estudiantil para el Poder Popular transformador. En ese sentido, la ‘lucha ideológica’ se ha acomodado en una contienda cosmética enfrascada sólo entre quienes se empeñan en incidir políticamente en el espacio. No hay una disputa de hegemonía real en la que las propuestas interpelen a las mayorías y donde, por corolario del aumento cuantitativo, las políticas mejoren en calidad.
                
Existe un divorcio entre el ‘activo político’ y las mentadas ‘bases’. En su ‘radicalidad’, que generalmente no supera la mera formalidad, los que participan activamente en política estudiantil  toman determinaciones sin contemplaciones con el grueso de los estudiantes. Si bien las asambleas no son cerradas, las políticas que se presionan como posturas del espacio local no tienen correlato alguno con la realidad de la mayoría de sus estudiantes. A modo de ejemplo, los estudiantes de Filosofía y Humanidades no llevarán a efecto la postura de tener por piso mínimo la Educación Gratuita, entonces, ¿De qué sirvió, aparte de tribuna para un grupúsculo, la actual posición de Facultad? El hecho que las famosas ‘bases’ estén actualmente siendo conducidas por los compañeros más recatados acerca de las movilizaciones (en el caso del cierre de semestre), no refleja -como algunos grupos han planteado- las consecuencias políticas de una composición de clase mayoritariamente pequeño burguesa (como si fuese tan mecánica la relación entre origen de clase e interés político). Al contrario, debemos de entender el fenómeno como un llamado de atención para todos quienes participamos políticamente en FyH. Hasta ahora nos hemos desinteresado en apostar a la subjetividad de las ‘bases’ y nos encontramos cómodos peleando posiciones en pequeñas asambleas que al final se resuelven por el espectro orgánico que moviliza más militantes. Es el contraste que hacía falta  para recordar que los espacios de base son el germen de la movilización futura, así como pueden caracterizar un proceso de baja en la participación -de reflujo-  que en los próximos años nos signifique un retroceso en la lucha social transformadora.
                 
Un problema medular de la actual situación es la incapacidad orgánica que hemos tenido para consolidar un programa común que nos permita avanzar coordinadamente desde nuestra diversidad. El proyecto de orgánica elaborado el año pasado tenia esto por intención; lamentablemente, no había en la Facultad ‘activo político inorgánico’ (es decir, no militante) o ‘activo social’ (compa que sin política, participa del espacio) que se hiciera cargo de la conducción del espacio y/o que autonomizara, al menos imaginariamente, el espacio de los grupos políticos; que en su mayoría se veían más interesados en utilizar irresponsablemente el espacio como tribuna, antes de asumir un rol de acompañamiento y cuidado de la participación de base. Esa lógica instrumental de lo social, a nuestro juicio propia del marxismo leninismo y especialmente del trotkismo, ha ahogado, mal tratado y reventado a su suerte el espacio de Filosofía y Humanidades

Al carecer el activo político de un sentimiento de responsabilidad para con el espacio de base, en este período de movilización, donde se estrenaba una nueva orgánica que buscaba la ‘coordinación desde la Diversidad’, se estiro demasiado el elástico de la organización y el marco relativo que colectivamente habíamos definido para su funcionamiento. Sin demasiado detenimiento más de una vez se tendió al fraccionamiento del estamento estudiantil deslegitimando formas de lucha que han de ser socializadas en la unión para ser efectivas (como lo es la Toma).

Lo anterior creemos que se debe a una tergiversación del concepto de Democracia Directa, la cual se ha confundido con lo que en la práctica ha resultado un Asambleísmo altamente burocrático. La Democracia Directa es un organigrama estructurado desde abajo hacia arriba. Se caracteriza por que las posturas políticas de un espacio son debatidas y determinadas por todos, dando lugar a las razones de la minoría, pero prevaleciendo la inclinación mayoritaria. La sistematización y operatividad de las decisiones de la colectividad son cosas que deben ser descentralizadas de la Asamblea, de lo contrario, al dejar todo al arbitrio de quién más alza la voz, el autoritarismo caudillista y su inoperancia inherente terminan por imponerse.

El asambleísmo y la nebulosa en la que está nuestra organización han significado que nuestros cargos orgánicos que revisten de política (ya que conducen y pautean las discusiones en el espacio), hayan sido desplazados en su función representativa por verdaderos operadores políticos de las `bancadas’ que habitan en FyH o; en el mejor de los casos, por cargos a los que no les debemos la misma confianza como los consejeros FECH.

El espacio solicita agónicamente nuevos sujetos políticos que incidan en la CEFH, y depende de quienes estamos comprometidos con que FyH encarne un proyecto revolucionario, clasista y libertario, el que dicho activo político sea formado al calor de la lucha y motivado por el interés genuino de fortalecer los espacios de base para disputarle desde abajo la conducción al reformismo del Movimiento Estudiantil; que no provenga de las ya conocidas orgánicas oportunistas, que harán nuevamente tribuna de nuestras instancias de participación, las saturarán y se irán. Menos que provenga del reformismo universitario que ya ve terreno fértil en la actual crisis de FyH.

Finalmente ese vacío de conducción y la forzosa utilización del espacio como tribuna del trotkismo, ha hecho que FyH se pierda en la verborrea estéril contra el reformismo sin disputarle posturas en las instancias dadas para ello. En su acefalia ha optado por la política de la radicalidad estética por medio de la denuncia cizañera en vez de apostar a una coordinación real con el resto del estudiantado revolucionario y combativo.

“Quienes no poseen los medios o la conciencia bastante desarrollada para organizarse libremente con los que tienen comunidad de intereses y de sentimientos, sufren la organización construida por otros individuos, generalmente constituidos en clase o grupo dirigente (…)
Para remediar este estado de cosas surgió el anarquismo...”[1]


[1] Errico Malatesta ‘Pensamiento y Acción’, Sentido y valor de la organización social.
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sábado, 15 de octubre de 2011

Democracia directa, mecanismos de toma de decisión y legitimidad de las decisiones


Por Daniel Muñoz Acevedo. Académico del Departamento de Lingüística de la Universidad de Chile.  

Esto es una replica al articulo "La democracia de las bases" de Vicente Mellado.
Creo entender que la crítica de Nadine Faure en su posteo sobre “La democracia de los dirigentes” tiene que ver con la defensa del principio simple de que una vez votada una decisión de acuerdo a un sistema acordado por quienes votan, esta se debe entender como decisión legítima de quienes votaron. Por ello, quienes tienen responsabilidades representativas tienen como misión hacerlas valer en el resto del mecanismo de toma de decisiones del movimiento a niveles más generales, independientemente de sus juicios de valor personales respecto del contenido de esas decisiones. En concreto, esto significa que la decisión de reevaluar una votación debería tener como motivación la existencia de reparos importantes sobre la legitimidad de los mecanismos con los que se llegó a una votación determinada y, posteriormente, a su correspondiente resultado. En ese contexto, lo que ella considera ilegítimo es reevaluar una decisión sancionada sobre la base de lo que un sector (el que pierde, en este caso) considera que son consecuencias negativas de esa decisión respecto de sus interpretaciones individuales o grupales de las circunstancias internas y externas en las que la votación se ha desarrollado.

La interpretación que Nadine ofrece es, hasta donde entiendo, que el mecanismo de decisión de la organización de nuestra facultad no ha sido vulnerado en ninguno de sus aspectos inherentes, es decir, se expusieron las opciones, se llamó a todos aquellos que podían votar a votar, los que quisieron votaron y una mayoría ganó. Todo en regla, por ponerlo en términos simples. Sobre esos hechos, entonces, me parece razonable entender que la reevaluación de esa votación no procedería en la medida que no se han vulnerado ni los principios ni los procedimientos realizados para esa votación en particular.
No entendí tampoco que fuera el argumento de Nadine que la democracia directa fuera la causa de la polarización entre los estudiantes de la facultad, sino más bien que el deseo de aunar las voluntades y la participación respecto a cualquier agenda particular resulta más difícil en una democracia directa y esto constituye una característica natural en ella, toda vez que está orientada a asegurar espacios reales de participación individual. Esto no implica que el sistema o que el principio de una democracia directa sean perversos o inadecuados sino que, simplemente, conllevan riesgos para cualquier agenda que se pretenda llevar adelante. En este caso, la agenda “anti-cierre” corría el riesgo, como cualquier otra propuesta, de no contar con el apoyo de la mayoría de quienes podían votar (que, obviamente, incluye a más gente que a la que ha estado participando activamente del movimiento).

Lo que sí sería perverso, y en eso creo estar de acuerdo con Nadine, es que las decisiones de las asambleas sean reevaluadas (y, por definición, cuestionadas) sobre la base de una interpretación específica de sus consecuencias y no sobre la base de vicios en el procedimiento mismo de decisión.
En términos concretos, el hecho de que la Confech sufra de uno u otro conflicto interno (el que sea), o que se entienda que cerrar el semestre (o que el tema mismo del cierre) es un triunfo de la derecha pueden ser argumentos válidos para decidir posturas sobre el tema pero, una vez desarrollada una votación al respecto, si ese argumento pierde y no existen vicios en el procedimiento de decisión, entonces esa postura simplemente debe asumir una derrota política en el marco del sistema de toma de decisiones aceptado y legitimado por quienes decidían. Llamar a reevaluar una votación desarrollada bajo esas circunstancias resulta, por lo tanto, difícil de entender porque, necesariamente, una reevaluación implica que la decisión tomada originalmente tendría algo de malo (es inadecuada, estéril, errónea, ineficiente, o como sea que se juzgue) y que existen motivos para revisarla en pos de cambiarla (si no es para cambiarla, no tendría sentido reevaluarla).

Si no es por motivos de fallas en el procedimiento, una re-evaluación de una decisión tomada implicaría, necesariamente, deslegitimar el mecanismo de toma de decisión que se han otorgado quienes mismos decidieron. Ello porque ya no sería la limpieza del procedimiento de votación el que legitimaría y sancionaría las decisiones votadas sino la decisión posterior de las dirigencias (u otros grupos) respecto a si la decisión tomada es la mejor o la más adecuada. Si estos grupos lo estiman así, pueden por lo tanto congelar una decisión para su reevaluación. Dicha reevaluación tiene sentido solo si su propósito final es repetir la votación en los mismos términos originales o realizar una nueva. En ambos casos, el proceso original y su resultado resultaría, en los hechos, ya no solamente cuestionados sino que objetivamente invalidados (porque ya no valdrían como decisión y deben ser reemplazados por otras instancias y eventos de decisión).
En términos prácticos, el precedente quedaría instalado, finalmente, de que decisiones tomadas legítimamente en el marco de un mecanismo específico de organización (en este caso, las asambleas) no constituyen automáticamente decisiones del estamento estudiantil de la facultad, sino que estarán sometidas a eventuales reevaluaciones (léase cuestionamientos y potenciales invalidaciones) por parte de los grupos cuyas posiciones no fueron finalmente respaldadas mayoritariamente por quienes decidieron decidir. Un precedente así ciertamente implicaría cuestionamientos serios respecto de la legitimidad de las decisiones finales de una asamblea.

Esos cuestionamientos tendrían a su vez un efecto negativo inevitable en nuestra comunidad, en la medida que nuestra estructura política requiere de un estamento estudiantil robusto, bien organizado y, por sobre todo, representativo. Y para eso, quienes pertenecemos a los otros dos estamentos confiamos en que los mecanismos de organización estudiantiles aseguren que las posiciones mayoritarias y minoritarias hayan tenido espacios donde ventilarse y que las decisiones reflejen los acuerdos mayoritarios o, en caso de no existir acuerdos, las posiciones mayoritarias. La intervención post hoc en los procesos de toma de decisión vulnera claramente una presunción de representatividad en esos términos.



P.D.: Todo esto lo reflexiono a modo general sin saber qué sucedió después con esta reevaluación, cómo se llevó a cabo y cuál es la situación al respecto el día de hoy. Son cuestiones de principio, en todo caso, de modo que la coyuntura misma no afecta los puntos centrales aquí expuestos.  
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Respuesta a "La democracia de las bases"

Por Nadine Faure. Estudiante Pregrado Filosofía de la Universidad de Chile.

Este texto es una replica al articulo "La democracia de las bases". de Vicente Mellado

Te agradezco el trabajo emprendido, Vicente. Puesto que me he quedado con la sensación, tal vez injusta, de que tu columna no ha logrado responder o problematizar la mía, sino más bien ha puesto de relieve otros puntos no explicitados antes, es que he decidido hacer una revisión párrafo a párrafo de tu texto. Así puedo hacer una operación de doble movimiento. Por una parte, me aseguro de estar haciéndome cargo efectivamente de tu texto, y por otra parte, puedo revisar los términos en que se ha puesto la discusión. De ahora en adelante, cada párrafo mío se corresponde con un párrafo de “La democracia de las bases”. Aconsejo que ambos textos sean contrastados por los lectores, ya que esta columna es una revisión textual del escrito de Vicente. En otras palabras, este texto no es un escrito íntegro, sino que sigue la argumentación propuesta por él.

Me parece que, en líneas generales, vale la pena recalcar que el debate de cierre de semestre se realiza o realizó en los espacios estudiantiles por dos razones principales. La primera es la sencilla razón de que el movimiento estudiantil no tiene en sus posibilidades la de resolver el problema por el que protesta. Si así fuera, esto ya se habría terminado. Nunca se debe olvidar que cuando la fuerza no está de tu lado (fuerza en el más amplio de los sentidos) es imposible imponer las condiciones en las que se desarrolla el debate, mucho menos podrías decidir no participar de él o proponer formas alternativas de resolución. Asumir que la decisión de cerrar el semestre fue gracias a nuestra debilidad frente a las amenazas del gobierno es obviar que el gobierno tiene a su haber la fuerza para cumplir algunas de esas amenazas. Además, no estás comprendiendo que una vez que hacen entrada los argumentos pragmáticos en política, la mera idealización no puede sostenerse tan porfiadamente. Acá es donde aparece la segunda razón por la cual se impuso el debate: las condiciones actuales de la movilización estudiantil ha hecho que la proyectemos de formas distintas. Hay quienes creen que estamos en la fase final de la protesta ciudadana más importante en veinte años. Otros pensamos que, en la situación actual, no hay que entender la protesta sino como un proceso a largo plazo donde pagar costos tan altos ahora, como la pérdida de un año académico, no tiene sentido. Tal vez esté siendo pesimista, espero honestamente que así sea. Plegarse al discurso de que el gobierno impone terror es no comprender la magnitud del problema. Creer que por esto somos serviles a la derecha golpista, junto con la CONFECH, es pegarse un salto argumentativo sin piso lógico y sin ninguna mesura.

Por lo que dije anteriormente se desprende que el “triunfo parcial del gobierno” no está condicionado por nuestras decisiones, porque lamentablemente no tenemos la fuerza para condicionar nada. Podemos imponer un tema a la ciudadanía pero no podemos imponer la solución. Pienso que cerrar el semestre, lejos de “hacerle la pega al gobierno”, nos permite estar movilizados con una cierta ventaja puesto que si no debemos asumir los costos tan prontamente, el futuro podría verse un poco más alentador (confío).

Me parece que, a partir de tu “ferviente defensa”, puedo decir que a mí parecer lo que sí genera división en el movimiento son las maniobras políticas que han tratado de levantar, precisamente, desde tu sector. Sector que se adjudica el derecho de hablar por las bases, gracias a que creen representar ese “amplio sector” del que nadie tiene registro (y del cual, por supuesto, no podemos desprender su existencia con la baja votación que tienen en las asambleas locales). Pésimas ideas (que afortunadamente han sido contenidas) como vetar las mesas directivas en la USACH y en la Universidad de Chile, cuando la unidad del movimiento “contra nuestro actual enemigo” debiese primar por sobre todo; o pensar que ir  y poner en evidencia “la burocracia estudiantil de la CONFECH” es algo que podría reportar algún beneficio al desarrollo del movimiento; es sencillamente no entender cómo podríamos ganar esta pelea. Es, por ejemplo, hacer un pésimo uso de la ventaja mediática con la que contamos, relativamente (sólo en términos de exposición). Ni siquiera les bastó salir en El Mercurio y en Canal 13, ilustrando la división al interior de las federaciones. Si ni eso les da la luminosidad suficiente para entender que lo que están haciendo no nos hace ganar nada, sino que más bien sirve a otros intereses, entonces no sé qué es lo que están esperando. Además, en relación a cuando escribes “esto no sólo ha sido un triunfo de la derecha, sino también de la burocracia estudiantil erigida en el CONFECH, que busca aplacar al sector más radicalizado del movimiento estudiantil, que sí es capaz de enfrentar a la burocracia y plantear una alternativa: refundar las federaciones bajo democracia directa, con delegados mandatados y revocables por la base, y así poder dar la lucha por la educación gratuita ahora.” quisiera recordar que eso es exactamente lo que la lista de tu sector político (llamada “Contra la derecha” el año pasado, y los años anteriores con nombres eternos imposibles de recordar) propone todos los años en las elecciones de federación y nunca sacan más de un muy bajo porcentaje de los votos. Hablar por un amplio sector del estudiantado, cuando la forma de representación de nuestra universidad ha decidido que ustedes no los representan es, a lo menos, falsear la realidad y desinformar con eso.

Ahora, paso a revisar aquello que has dicho de mi columna. Me parece que cuando dices que mis comentarios “ocultan algo mucho más profundo que la mera crítica que se pudiese hacer a la democracia directa”, le exiges al texto que responda a pretensiones que no buscaba satisfacer. Para despejar dudas, aclaro: el objetivo de mi columna no era hacer un panfleto a favor del cierre de semestre, sino que exponer lo que, según pienso, nos obliga a aceptar forzosamente el tipo de organización que tenemos en la facultad. Quise demostrar que las críticas que se habían esgrimido por la baja o nula participación de algunos de nuestros compañeros no cabían en la democracia directa. Si aún piensas que hubo omisión intencional de mis argumentos a favor del cierre de semestre, eso ya ha quedado resuelto en lo que llevo de este texto. Lo que me llama la atención en particular es cuando dices “Si ella no tiene acuerdo con esa forma de organización, nadie le resta legitimidad a sus argumentos, pero es la que existe, no por imposición autoritaria ni mucho menos, sino que, fue el resultado de luchas, movilizaciones, discusiones y votaciones de un amplio sector del estudiantado de pregrado, que desde 1997, ha sido, y sigue siendo, el motor más dinámico de la movilización estudiantil local.”, digo que me llama la atención puesto que me sorprende que la defensa de la democracia directa sólo sea (hasta acá) en términos de que es la organización que existe y que valida un amplio sector del estudiantado: dicha defensa podría usarse tal cual, sin ningún cambio sustantivo, contra la crítica que tú y tu sector (Las Armas de la Crítica) intenta hacer a la orgánica de la FECH, pues muchos estudiantes la validan y es la que existe.

El párrafo que revisaré a continuación me parece que sólo muestra una profunda incomprensión. Comienzas exponiendo el argumento general de mi columna: la democracia directa no prioriza ni la unidad política, ni un proyecto común sino sólo individualidades. Dices que no existirían “consensos reales”: eso es algo que yo no dije ni puede derivarse de lo dicho en mi columna, ni siquiera usé la palabra “consenso”. Un consenso es un acuerdo que se produce por consentimiento entre los miembros de una colectividad, y eso es precisamente lo que sí hay en una asamblea como la nuestra. Aun cuando, la mayoría del tiempo, no estemos todos de acuerdo; por lo menos convenimos en que se respeten las decisiones de una mayoría: eso ya es una suerte de consenso que permite salvar las situaciones donde no lo haya de facto. Ahora, aquello que dices: “De esta manera, la democracia directa no permitiría la discusión en torno al ‘cierre de semestre’, ya que en ese sistema político no cabe dicha posición y la validez de las votaciones respecto a este tema, solamente corresponderían a quienes participan activamente de las asambleas.”, es algo que no digo, que no se desprende lógicamente de nada de lo que dije en mi columna y que no entiendo por qué lo dices aquí y así. Insisto en la tesis de la incomprensión, no quiero creer que está intencionalmente tergiversado. Demás está decir que no creo en ninguna de las tres premisas que componen la cita.

Concuerdo cuando dices que las formas de organización no están vaciadas de contenido político y que son funcionales a que se desarrollen determinadas políticas. En cierto sentido, es eso lo que dije en mi columna anterior. La democracia directa, aun cuando posibilita la “más amplia discusión en las bases”, permite que aquella discusión no se realice necesariamente en función de posicionamientos políticos sino también desde motivaciones únicamente individuales e incluso egoístas. Creer, como dices, que la democracia directa ha de ser un instrumento que nos permita triunfar es decidir quedarse sólo con la parte linda del asunto. La democracia directa es, en este sentido, una forma de organización política que permite sólo una direccionalidad de determinación: desde las bases hacia los dirigentes. Por el contrario, la representación, a diferencia de lo que se cree, no se realiza nunca en una única dirección; ésta permite la articulación de una unidad política real puesto que el representante tiene las herramientas para añadir elementos no considerados por la reflexión de los representados. La representación vuelve operativas las motivaciones de los representados. Creer que la democracia representativa no está la “altura de las circunstancias” por no permitir el desarrollo de la discusión política de las bases (cuestión que dices pero que no se desprende necesariamente de la organización representativa, sino sólo no lo prioriza), y creer a su vez, que la democracia representativa impide que las bases puedan legislar y ejecutar aquello que quieren, es obviar muy arbitrariamente el hecho del que hablaba anteriormente: las bases no tienen, por ser un movimiento masivo y heterogéneo, la posibilidad de legislar ni ejecutar nada. Así no funciona el mundo, por mucho que lo queramos con el alma.

Yo no planteé que el argumento del contexto nacional era inválido para reevaluar el cierre de semestre, sino que juzgué el hecho de que la reflexión de una minoría acerca del panorama nacional les parezca válida para cuestionar una decisión tomada, aun cuando no tenían más que un tercio de los asistentes con los que se había decidido cerrar el semestre. Desventaja de tener una orgánica que no precise qué hay que hacer en estos casos determinados. Te recuerdo, Vicente, que la minoría que cuestionó la decisión es, una vez más, aquella a la que perteneces. En la tabla de esa asamblea no estaba la reevaluación del cierre de semestre, sino que se instaló el debate por un cuestionamiento que hizo una chica de la carrera de teatro también militante del LAC. Ahora, creo que no es justo tratar mis argumentos como “contradictorios” cuando no se expone nada que demuestra que así son. Primero, cuando el sector al que perteneces con orgullo, decide reevaluar una decisión se invalida la anterior. Decir lo contrario es sólo caer en sofismas. Segundo, seguir apelando a la falsedad de las fechas del gobierno es el peor de los argumentos, pues nunca se defendió el cierre de semestre desde ahí. Creer que se debía reevaluar la decisión porque somos tan ignorantes que no logramos darnos cuenta que el gobierno nos mintió, es argüir al paternalismo político que, en otras oportunidades, he criticado bastante. Nadie les ha pedido instrucción, ni nada. Acusarnos de acallar los argumentos políticos a favor del cierre y decir que por eso mis argumentos se caen solos se resuelve con todo lo dicho hasta acá. Por supuesto que esto tiene una pelea de fondo: la de cómo llevar adelante las movilizaciones.

“El movimiento estudiantil se define como un sujeto social que constituye una caja de resonancia de las contradicciones sociales del modo de producción capitalista.” Esa es la definición más religiosa que he leído del movimiento estudiantil. Difícilmente podrá haber unidad política concreta mientras siga habiendo diferencias al interior de la CONFECH. Tú mismo dices que “la unidad política es posible cuando es un sector de ese movimiento el que hegemoniza al conjunto del movimiento estudiantil”. Mientras ese grupo sea representativo de una mayoría podremos presuponer dicha unidad. Las políticas que han intentado levantar desde tu sector tales como la educación gratuita como piso mínimo, el veto a las mesas de las distintas federaciones o el veto a la mesa de la CONFECH no gozan de gran simpatía dentro de los sectores universitarios, por el contrario, la CONFECH sí cuenta con apoyo a su gestión. Por mucho que ustedes crean hablar por la bases, realmente no lo hacen; y al mismo tiempo la CONFECH llama a una marcha y vamos decenas de miles.

Creo que decir “la polarización social y política es resultado inevitable del movimiento real de la lucha de clases que está viviendo el país luego de 5 meses de movilización.” Es pecar, nuevamente, de ninguna mesura a la hora de evaluar la situación. El planteamiento de la lucha de clases no resiste ningún análisis para esto. Acá nadie lucha por la apropiación de los medios de producción, aunque ustedes u otros puedan leer eso de esto. Es el reclamo porque nuestra educación sea considerada como un derecho y no como una mercancía. Es un debate que se da entre el gobierno y la ciudadanía, no es la clase obrera contra la patronal. Nada se resolvería si todos adscribiéramos a esa lectura del conflicto. Esa no es la interpretación más cercana a los hechos, mucho menos podría ser ese “el movimiento real de las cosas”. Tal concepción es muy parcelada y busca sacar un rendimiento funcional a lo que tú crees como militante del PTR y no necesariamente como estudiante, patear la organización estudiantil por debajo de la mesa es, efectivamente, “hacerle la pega al gobierno” que hace rato apuesta a que los que estén dispuestos a inmolarse por la causa terminen desgastando/desgastándonos desde adentro. Las posturas que ustedes intentan levantar en los distintos espacios locales universitarios no buscan resolver el conflicto estudiantil, buscan agudizar las “contradicciones de la sociedad capitalista” para hacer la revolución. Sin ninguna promesa de bondad en el futuro. Respecto a los dos caminos cimentados: la estrategia está siempre puesta en cuestión, sin embargo, de ello no se desprende que las “dirigencias burocráticas de la CONFECH” no unifiquen actualmente la postura de la mayoría de los estudiantes. No reconocerlo es darse de cabezazos por gusto.
            
            Para concluir, creo honestamente que esta columna debe terminar con el asunto éste. No corresponde que el centro de nuestras discusiones siga siendo el cierre de semestre a más de tres semanas de tomada la decisión. Sólo aumenta los roces y desvía a la mirada hacia lo irrelevante. Para eso no es necesario obviar nuestras diferencias, no es siquiera deseable, pero es nuestra responsabilidad lograr un diálogo relativamente respetuoso de aquí en adelante. Pienso que si había dudas respecto a esto tenían que ser aclaradas, pero ya fue suficiente. Dejemos de mirarnos el ombligo durante todo el tiempo y volquemos las reflexiones fuera de nuestras cuatro paredes. Había que poner las cosas en su lugar de uno y otro lado, pero nuestras fuerzas no se deben agotar en esto.
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miércoles, 12 de octubre de 2011

Visión personal de nuestra “soberana” Asamblea General

Por Carlos Tapia. Estudiante pregrado Historia de la Universidad de Chile

Este año hemos vivido un proceso único para una gran parte de los/as estudiantes de Chile, se han dado manifestaciones que han hecho que muchas personas se empiecen a cuestionar si de verdad Chile es el ejemplo que se da al resto del mundo, si chile realmente es “la panacea” de Sudamérica, si somos realmente un “país en vías al desarrollo”. Para algunos teníamos la conciencia que no era tan así como los medios de comunicación nos muestran, pero otros/as solo ahora entendieron que las cosas no funcionaban como se creía que funcionaba.
Frente a esta situación, nuestra facultad ha sido considerada (por la misma gente de la facultad) como la “vanguardia” en tanto las discusiones que se llevan a cabo, por las “ideologías” que intentan imponerse buscando lograr que sus mecanismos de acción y sus objetivos sean los que se tomen como decisiones de facultad, y el lugar que siempre ha sido el espacio donde se llevan estas discusiones es la Asamblea General.

Es este espacio tan manoseado por muchos/as, tomado como el lugar donde se llevan a cabo verdaderas “batallas políticas” donde lo único que les importa a estas “ideologías” es lograr imponer su postura, en el fondo que al final de la Asamblea sean ellos/as los victoriosos.
Lamentablemente este hecho ha sido el que nos ha llevado a una situación particularmente compleja, o en términos más concretos, una verdadera enajenación de nuestro espacio de determinación y consenso como grupo de estudiantes que buscamos lograr un objetivo que nos lleve a una mejor forma no solo de organizarnos, sino que de vivir.
Quiero en este espacio presentar una serie de consideraciones con respecto a nuestro espacio de organización, nuestro lugar de confluencia como conjunto de estudiantes, nuestro punto de convergencia.

En primer lugar, debemos dejar de considerar a la Asamblea como el único espacio de “discusión política”, porque no lo es. Durante este tiempo muchos/as (por no decir la mayoría para no exagerar) hemos pasado los últimos meses discutiendo constantemente cual es la situación del movimiento y como nuestra facultad puede aportar de la mejor manera a esta coyuntura, en la toma, en el paro, durante el almuerzo, en las distintas juntas, en las miles de actividades que cada persona realiza a diario y se junta con algún/una persona a conversar sobre este tema, donde muchas veces se daban verdaderas discusiones políticas (digo verdaderas para dejar en claro que en la asamblea no siempre lo es). Pero en la Asamblea lo único que se hace por la mayoría de las veces es presentar una postura o un método de acción y se vota. ¿Dónde está la discusión? ¿Dónde está el intento de converger, de llegar a un acuerdo donde todos/as podamos tratar de buscar un acuerdo para mantener un espacio real de “estamento”? Porque seamos francos, el tema de que “en todos lados hay polarización política” si bien es cierto es real, es por culpa de que las mismas personas que “discuten” no son capaces de ver en la otra postura las cosas buenas que se presentan para poder avanzar juntos y no tratar de imponerse por sobre la otra persona, porque en el momento en que un grupo de personas escudados/as en una “idea política” están pasando a llevar el principio fundamental de la democracia directa que se basa en una relación de iguales donde todos/as confluimos y somos capaces de superar nuestras diferencias en pos de un futuro mejor en común, porque seamos honestos, la democracia directa no es una asamblea donde se dan palabras y se vota a mano alzada (como lo plantean los/as compañeros/as de LAC}. Entonces por favor, dejemos de ver a la Asamblea General como el único espacio de “discusión política”.
Con respecto a la participación en la Asamblea, me parece lamentable escuchar a compañeros/as atacándose directamente entre sí por intentar imponer una postura por sobre la otra, porque es esta situación (así como muchas otras) una de las razones de por qué un grupo considerable de personas de nuestra facultad ha dejado de participar constantemente en las actividades que se intentan levantar en nuestro espacio. Es el clima hostil, el no respeto en nuestro lugar de confluencia y de discusión, es el intento de querer imponer una postura frente a otra, y si tal postura no se superpone, dichas personas simplemente dejan de trabajar en el espacio, dejándolo cojo y con un debilitamiento en su necesidad fundamental, variedad de puntos de vistas (como lo hizo FEL y un grupo amplio de compañeros/as durante la primera toma de la facultad en este año) lo que debilita considerablemente a la organización. Pero también es importante destacar cierto dejo en algunas ocasiones de las mismas personas pertenecientes a la facultad, su deseo de no participar, de empoderarse de su espacio que le corresponde por el simple hecho de “ser de filo” lo que impide el surgimiento de nuevas visiones que claramente enriquecerían el debate a la interna estudiantil.


La situación realmente es complicada en nuestra facultad, no podemos quedarnos callados o no reconocer que tenemos un problema grave de participación y de vicios en nuestra facultad. Pero así como todos/as hemos criticado en algún momento estas situaciones, también debemos ser todos/as quienes tratemos de llegar a buen puerto y buscar una solución, solo así podremos realmente hablar de democracia directa, de “estamento” estudiantil, de “comunidad” o del adjetivo que quieran usar para decir que nuestra facultad está tratando de hacer lo mejor para aportar considerablemente a este proceso, que como dije en mi primer párrafo, ha hecho que muchas personas se den cuenta que las cosas no están bien y tenemos que buscar la mejor manera de solucionar el problema de una sociedad disgregada, pasmada, enajenada y que no busca lo mejor para si misma
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miércoles, 5 de octubre de 2011

La democracia de las bases

Por Vicente Mellado. Estudiante pregrado Historia de la Universidad de Chile

Esto es una replica al Articulo "La democracia de los Dirigentes" de Nadine Faure
 La nota escrita por Nadine Fauré constituye un indicador fehaciente del proceso de polarización política interna que está viviendo a nivel nacional, la movilización de los estudiantes universitarios y secundarios. En todo el país, no solamente en la humilde facultad de Filosofía y Humanidades de la U. de Chile, sino que desde Arica a Magallanes se ha puesto en el tapete, en cada carrera, facultad y universidad, el tema del cierre o no del primer semestre, y las consecuencias políticas que eso trae para la movilización nacional.

El debate del “cierre o no cierre”, no lo impuso el movimiento estudiantil; lo estableció el gobierno de Sebastián Piñera, un gobierno muy especial, por que es de Derecha, y nosotros sabemos que la Derecha chilena, posee una particular tradición golpista, siendo el mejor ejemplo de aquello, el golpe militar de 1973, que en lo que respecta al movimiento estudiantil, tiene mucha importancia, ya que asesinaron, torturaron, humillaron y exiliaron a la mejor generación de dirigentes estudiantiles, académicos y trabajadores públicos que haya tenido este país.  Debemos recalcar esto, ya que es contra esta tradición que se enfrenta el movimiento estudiantil, y es esta tradición la que logró, gracias a los sectores más conservadores que hoy en día dirigen el CONFECh (JJCC y sectores ligados a la Concertación), transmitir a cada unidad estudiantil, el tema del cierre del semestre, colocando fechas falsas, mediante una particular “campaña del terror”, cuyo argumento central era que se perderían los beneficios para los más precarizados, y los que podían pagar la mensualidad, perderían el dinero desembolsado.

De esta manera, el gobierno de los gerentes logró imponer sus términos: en vez de discutir, cómo fortalecer las movilizaciones estudiantiles para poder vencer, los estudiantes se vieron obligados a discutir en torno a si cerrábamos el semestre o no, muchas veces (lamentablemente) vaciándolo de contenido político (el norte son las movilizaciones) y alargándolo en algunas universidades, mas de tres semanas. En otras palabras, los estudiantes de la facultad de Filosofia y Humanidades, perdimos poco más de dos semanas valiosas para poder determinar como inclinar a nuestro favor la correlación de fuerzas respecto de nuestro actual enemigo: los poderosos empresarios de la educación chilena, el gobierno y sus aliados de la Concertación. Finalmente, el gobierno logró un triunfo político parcial, que permite inclinar la balanza a su favor: ganó en la mayoría de las universidades el cerrar el semestre, y las direcciones de la CONFECh, fueron responsables directos de no haber enfrentado semejante ataque del gobierno: nunca se pronunciaron ofensivamente en contra de semejantes amenazas para permitir el fortalecimiento de la movilización, en cambio, la respuesta de los dirigentes fue: cada universidad tiene “libre albedrío” para cerrar semestres.

Quien escribe esta nota, es un ferviente defensor de la hipótesis que defiende un amplio sector del movimiento estudiantil (a nivel nacional) que sostiene que; el cierre de los semestres constituye una maniobra del gobierno para dividir al movimiento estudiantil universitario, no solamente internamente, sino que, respecto de su aliado fundamental, los estudiantes secundarios. El cierre semestral implica que un amplio sector de los universitarios que se encontraban luchando palmo a palmo con los secundarios y cuestionando políticamente a la organización burocrática existente en el CONFECh, para poder así imponer la educación gratuita como demanda mínimamente democrática, no pueda fortalecer esa unidad de lucha, y tenga ahora que retroceder parcialmente. Esto no solo ha sido un triunfo de la derecha, sino que también de la burocracia estudiantil erigida en el CONFECh, que buscan aplacar al sector mas radicalizado del movimiento estudiantil, que si es capaz de enfrentar a la burocracia y plantear una alternativa: refundar las federaciones bajo democracia directa, con delegados mandatados y revocables por la base, y así poder dar la lucha por la educación gratuita ahora.
            Por esta razón, los argumentos esgrimidos por Nadine en contra de la forma de organización estudiantil en nuestra facultad (fuesen correctos o no), ocultan algo mucho más profundo que la mera crítica que se pudiese hacer a la democracia directa, o como prefiere denominar la estudiante de Filosofía: la “democracia de las dirigencias”.
            
 Resulta interesante que en la lectura de dicha nota, no hubiese en ningún párrafo, ni línea argumental, alguna mención al porqué dicha estudiante está convencida políticamente por cerrar el semestre. Sus dardos argumentales van dirigidos de primera, sin introducción previa, a la forma de organización que los estudiantes de la facultad de Filosofía y Humanidades eligieron de manera legítima y democrática el año 2002. Si ella no tiene acuerdo con esa forma de organización, nadie le resta legitimidad a sus argumentos, pero es la que existe, no por imposición autoritaria ni mucho menos, sino que, fue el resultado de luchas, movilizaciones, discusiones y votaciones de un amplio sector del estudiantado de pregrado, que desde 1997, ha sido, y sigue siendo, el motor más dinámico de la movilización estudiantil local.
           
Para Nadine, la democracia directa “prioriza la individualidad sobre la comunidad”. Ahí residiría el gran problema de la democracia directa, ya que permite que se impongan las decisiones individuales por sobre las del conjunto de la comunidad estudiantil. No existiría en la asamblea; ni unidad política, ni proyecto político común, ni consensos reales, ya que “la democracia directa no tiene de suyo las herramientas que lo permiten”. De esta manera, la democracia directa no permitiría la discusión en torno al “cierre del semestre”, ya que en este “sistema político” no cabe dicha posición (¿?), y la validez de las votaciones respecto a este tema, solamente corresponderían a quienes participan activamente de las asambleas.      
            
 Al respecto, debemos hacer varios reparos. En primer lugar, para nosotros, la democracia directa se define como la forma de organización que permite la más amplia discusión política de las bases. Donde todas las posiciones políticas diversas entran en tensión, se discuten, se enfrentan y finalmente, una es la que se impone como resolución mediante la votación a mano alzada. La democracia directa se ha planteado históricamente como una forma de organización que aparece en momentos de ascenso de lucha social y de clases, en donde las estructuras tradicionales de organización, como es en este caso, la democracia representativa (de matriz liberal), no se encuentran a la altura de las circunstancias, como instrumentos de lucha que permitan al movimiento estudiantil poder llevar hasta el final sus demandas y triunfar. Es lo que está ocurriendo actualmente con el cuestionamiento a la lógica burocrática de funcionamiento del CONFECh, y de los CCEE locales en liceos y colegios secundarios. Aquí la clave, no es que los CCEE o la democracia representativa, no funcionen, por el contrario, pueden ser muy eficientes en su forma. Pero las formas de organización, no están vaciadas de contenido político, como creen algunos; por el contrario, son funcionales a que se desarrollen cierto tipo de políticas. La clave reside en que la lógica de la democracia representativa, no permite desarrollar y potenciar la discusión política de base, para que sean estas las que puedan legislar y ejecutar a la vez, siendo la instancia máxima de decisión y resolución, la asamblea general. Eso es lo que ocurrió tanto el 21 de septiembre, el martes 27 y el viernes 30 de septiembre. Las bases decidieron, y una posición, por pocos votos, ganó legítimamente.

En segundo lugar, siguiendo el razonamiento anterior, el hecho de que se haya querido reevaluar la votación del miércoles 21 de septiembre no constituye bajo ningún argumento esgrimido, una medida antidemocrática, ni una decisión ilegítima. La estudiante de filosofía planteó que el argumento del “contexto nacional” no era válido para plantear la reevaluación (¿?), y que producto de eso se habían impuesto “los intereses individuales por sobre la comunidad”. Al respecto, queremos plantear que fue la batalla que dio un sector de estudiantes pertenecientes a un movimiento a nivel nacional, que si cree en la lucha por la educación gratuita como demanda mínima, el que buscó enfrentar la maniobra política impulsada por el gobierno derechista, que hoy día quiere penalizar cualquier tipo de movilizaciones sociales en lucha. Resulta tremendamente contradictorio el argumento de Nadine, al sostener que era ilegítima la moción de reevaluar; primero, porque nunca ese sector (al cual pertenezco con todo orgullo) deslegitimó la votación anterior, sino que se tomó la decisión de llamar a reevaluación precisamente por lo ocurrido en el CONFECh (por lo dinámico de la situación nacional), y porque las fechas establecidas por el gobierno eran una falsedad para dividir y frenar al movimiento universitario (algo planteado y remarcado el mismo 21 de septiembre, donde un sector perteneciente al bloque “cerrar el semestre”, buscó acallar por razones políticas que todavía desconocemos); segundo, porque si fueron “intereses individuales” los que se impusieron, ¿Cuál es la diferencia con el otro sector que “impuso” y batalló por colocar como primer punto de las asambleas “el cierre del semestre”?, ¿se les tildó de antidemocráticos? No, para nada, y se respetó esa decisión de colocarlo en tabla. Por lo tanto, los argumentos de la estudiante de filosofía se caen por sí mismos, y desenmascaran que aquí otra vez, el problema de fondo es la defensa de una concepción política de cómo llevar adelante (¿?) las movilizaciones.

El movimiento estudiantil se define como un sujeto social que constituye una caja de resonancia de las contradicciones sociales del modo de producción capitalista. Es una capa social, económica, cultural y políticamente heterogénea, donde conviven diversos sujetos sociales, que defienden distintos intereses materiales, tanto de grupos como de clases sociales. No es para nada un movimiento homogéneo unificado por una ideología en común; eso sería un análisis idealista y abstracto (que por desgracia hoy en día es hegemónico en la U de Chile), que no corresponde con el análisis concreto de la realidad concreta propia de la sociedad capitalista. Es imposible un “proyecto común” y una “unidad política” en abstracto de la totalidad del movimiento estudiantil, cuando hay un sector de estudiantes que está abiertamente contra las movilizaciones estudiantiles (de derecha), otro sector que está a favor de seguir movilizados, pero bajo los estrictos criterios que imponen las direcciones burocráticas del CONFECh (de centroizquierda o “moderados”), y otro sector que está por potenciar y radicalizar el contenido político y las formas de lucha del movimiento estudiantil, sobrepasando los dictámenes del CONFECh (de extrema izquierda o los llamados “ultras”). La unidad política es posible, cuando es un sector de ese movimiento el que hegemoniza al conjunto del movimiento estudiantil. Por ahora la hegemonía la tienen “los moderados”, y el movimiento, a pesar de sus diferencias, se mantiene unificado en torno a esa política.

Por último, queremos concluir y reafirmar que la polarización política acontecida en la facultad de filosofía no ha sido por culpa de la democracia directa, no por la forma de organización que tiene dicha unidad universitaria. La polarización social y política es resultado inevitable del movimiento real de la lucha de clases que está viviendo el país luego de 5 meses de movilización. Ocurrió en Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Temuco, etc. ¿A caso en estas universidades había democracia directa? No, no las había. En dichas universidades, el frágil “consenso” que ha impuesto el CONFECh se puso en cuestión. Frente a dichos argumentos liberales de no quebrar el “consenso” y evitar “dividir el movimiento”, aquellos que todavía creen en semejante ilusión utópica de la “unidad en abstracto” poniendo hincapié en las figuras públicas de la confederación, han sido sobrepasados por el movimiento real de las cosas. De aquí en adelante, la movilización estudiantil ha cimentado dos caminos: la de los “moderados”, y la de los “ultras”. El proceso mismo se mantiene abierto, y todavía no se sabe cual será la postura que unifique a los estudiantes, y les muestre la estrategia para vencer finalmente al enemigo.
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sábado, 1 de octubre de 2011

El Comunismo Libertario como alternativa de construcción de una nueva sociedad


Por Jozelo Chajtur. Estudiante pregrado Filosofía de la Universidad de Chile

El pueblo chileno está despertando. Se ha hecho patente a través de la protesta social el sentir popular que rechaza fehacientemente el modelo actual, impuesto por la dictadura militar. Pero la problemática local no se distancia mucho de la crisis mundial y de los movimientos que han comenzado a surgir en los últimos años al rededor del orbe que claman por igualdad, por verdadera justicia y verdadera libertad. Libertad escondida en un concepto de democracia muy distante al que promueve la participación en las tomas de decisión, y en un sistema político y económico que ha demostrado ser incapaz de resolver las demandas sociales. Esto queda absolutamente demostrado por la denominada “crisis del euro”,  comparable sólo con el famoso “Jueves Negro” (siendo generoso), donde los países mal llamados del “primer mundo” sucumben ante las fallas sistemáticas de una economía que ha alcanzado niveles desastrosos, y de un sistema político incapacitado de darles solución. Y tal como era esperable, los movimientos populares se hicieron sentir, no por mero capricho ni por tendencias políticas determinadas, sino por exigir legítimamente el bienestar social y las reivindicaciones locales históricas, que no se escapan del contexto mundial. Hemos sido testigos como en Grecia y en España, las manifestaciones tienden a superar la institucionalidad, donde ya no se pide al gobierno, sino que se exige y se emplaza; al fin los integrantes de esas sociedades dan cuenta que el Poder reside en ellos, se empoderan de él mostrando su descontento, develando sus errores, organizando y construyendo un nuevo modelo social, proponiendo y ya no reaccionando ante medidas injustas o vejatorias. Pues, en las actuales condiciones que nos obliga el sistema, no es sino a través de estas instancias que se vislumbra esta tendencia revolucionaria, que no dista mucho de nuestro contexto actual, y de las experiencias pasadas que han vivido otros países de la región.
           
La tergiversación tanto de las cuestiones valóricas como prácticas en la sociedad actual han generado un clima hostil que trasciende toda interpretación de la institucionalidad, de gobernabilidad (que se alejan de lo humano, de la humanidad, y se concentran en lo que es considerado un una herramienta del hombre: el estado, el mercado, los medios de comunicación) y, por ende, de la vida en sociedad y su implicancia en el funcionamiento de la misma. Y es que finalmente todo índice de vanagloria y congratulación sobre los avances del hombre en todos sus niveles del conocimiento, de la ciencia, de las artes y de las humanidades, comienza a desaparecer lentamente; ya no es suficiente seguir viviendo en las condiciones que se plantean desde el Estado, institución human máxima por antonomasia, ni estar a merced de la economía como factor clave de la estabilidad de un país, obligando al hombre a funcionar mecánicamente al servicio de aquellos. Es decir, se ha subyugado lo humano a la funcionalidad de un modelo de vida impuesto por quienes nos han gobernado por décadas, incluso por siglos. Pero, ¿Cuál es la solución correcta? ¿Dónde podremos encontrar la respuesta que venga a dar solución a este mal, canceroso y arraigado fuertemente, y que pueda contribuir al verdadero cambio, a la verdadera revolución social, en pos de la liberación del hombre de la esclavitud del sistema actual?
           
Desde el mundo Libertario, con ciertos matices en lo pragmático, programático y formal, existe certeza en la propuesta y en la respuesta a la interrogante planteada:  La importancia de construir un movimiento social cuyo objetivo sea reivindicar las posturas históricas que emanan de los sectores populares, de los desprotegidos, de la masa dominada, de las clases oprimidas, radica en la necesidad que suscita romper con el status quo, con los paradigmas del sistema político, económico e ideológico imperante cuyas características no son desconocidas: la inequidad en la distribución de los bienes, la transacción indiscriminada de los valores monetarios en beneficio de una parte minoritaria de la población, la obligación sistemática al uso de estos valores por toda la población, y por ende de un sentido moral  determinado por quienes obligan a hacerlo, es decir,  por quienes nos gobiernan (ergo, nos dominan), y un gran etc. Siguiendo esta línea, aceptamos la lógica de clases (más bien de la “lucha de clases”) dando un paso importante no sólo en cómo funciona el sistema económico, sino también el sistema laboral, educacional, de salud, de vivienda, etc. Entendemos que el sistema actual no puede tener otra motivación que no sea un afán imperialista, que se ha establecido en occidente utilizando sus grandes armas: el mercado, el estado y la religión. Toda esta “declaración de principios” es la base para  plantear nuestra máxima: aportar a la construcción de Poder Popular, proyectando la superación a la sociedad de clases, a través de la organización del pueblo en su integridad (trabajadores, estudiantes, pobladores), buscando la autogestión social de la riqueza y el autogobierno popular. Un cambio drástico, una revolución, que saque a flote axiológicamente al hombre, que genere la vuelta de la humanicidad a la sociedad, la vuelta de la verdadera igualdad, que elimina la lógica del “dinero-trabajo” (cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad),  que entierra todo fantasma de opresión e injusticia, construyendo una nueva sociedad de manera colectiva e inclusiva.

“La Idea de una sociedad sin Estado provocará tantas objeciones como la economía política de una sociedad sin capital privado. Hemos sido criados con prejuicios acerca de las funciones providenciales del Estado. Y nuestra educación, desde las tradiciones romanas hasta el código de Bizancio, y las ciencias profesadas en la Universidad,  nos acostumbró a creer en el Gobierno y en las Virtudes del Estado-Providencia”

Piotr Kropotkin
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